Imagínatelo: el polvo de una batalla todavía flota en el aire mientras una nación emerge victoriosa, aparentemente contra todo pronóstico. Ésta es la imagen que evoca el Salmo 76, un emocionante relato de intervención divina y profunda fe.
En este Salmo, Dios hace una poderosa aparición, eligiendo a Judá como su hogar y a Sión como su morada. Su poderosa presencia detiene súbitamente el violento fragor de la guerra. Brillando sobre las montañas, aturde a los guerreros más valientes, dejando a los carros y a los caballos helados de espanto. Pero, ¿qué batalla describe este Salmo?
Algunos comentaristas medievales, como Radak, sugieren que este Salmo profetiza la guerra de Gog y Magog al final de los días. Pero otros, como Rashi, sostienen que refleja la victoria divina sobre el formidable Senaquerib, descrita en II Reyes 19.
Independientemente de su contexto histórico, una cosa está clara: demuestra cómo el pequeño pueblo judío ha vencido históricamente a sus poderosos enemigos, mediante la fe en la gracia protectora de Dios. Este tema resuena a lo largo de la historia judía, desde la victoria de los macabeos sobre los opresores sirio-griegos hasta los triunfos del Israel moderno contra sus vecinos árabes.
Aunque parezca que los poderes malignos tienen éxitos temporales, rara vez prosperan a largo plazo. Y aunque Israel sufre a veces derrotas, sus victorias trascienden la naturaleza. Esto se debe a que, a diferencia de otras naciones, el pueblo judío está directamente vinculado a Dios. Dios intervino personalmente en la historia para liberar a los judíos de Egipto, solidificando su relación única con Él, y sigue interviniendo en favor del pueblo judío.
Así pues, cualquier enemigo que intente aniquilar a la nación judía se enfrenta a un desafío insuperable. Una y otra vez, los judíos no sólo han sobrevivido, sino que han logrado asombrosas victorias que desafían las leyes de la naturaleza.
El más fiero de los hombres te reconocerá, cuando te ciñas la última brizna de furia… Frena el espíritu de los príncipes, inspira temor a los reyes de la tierra. Salmo 76:11-13
El rabino David Altschuler (1687-1769), erudito bíblico de Praga, explicó que cuando se castiga el mal, los judíos reconocen a Dios. Además, cuando otras naciones son testigos del poder de Dios a través de los judíos, se inspiran para alabarle.
En pocas palabras, el Salmo 76 sirve como testamento del espíritu invencible del pueblo judío y de su fe perdurable. La intervención divina de Dios no sólo garantiza su supervivencia, sino que también da testimonio de Su poder, inspirando temor y reverencia entre todas las naciones.