Jacob o Israel: ¿Qué hay en un nombre?

noviembre 19, 2021
|Jacob wrestling with an angel

Los nombres, especialmente los nombres de personajes bíblicos, son muy significativos. La concesión de un nombre es un don divino otorgado a Adán, dándole un papel activo en la Creación Génesis 2:19:

Por tanto, cambiar un nombre no debe tomarse a la ligera. Existe la noción cabalística de que, en el momento de nombrar a un niño, los padres reciben inspiración Divina y eligen el mejor nombre para su alma. No obstante, los cambios de nombre son sorprendentemente frecuentes en la Torá. Abram y Sarai fueron los primeros a los que se les cambió el nombre, cuando Dios les cambió el nombre por el de Avraham y Sara para prepararle para ser padre de naciones.

Moisés cambió el nombre de Oseas ben Nun por el de Yehoshua o Josué. Según el midrash, la letra yud se añadió para convertir su nombre en una plegaria, pidiendo a Dios que le preservara de la influencia de los otros espías. Otro midrash explica que Moisés cambió el nombre de Josué para ocultar su identidad a las demás naciones que buscarían vengarse de él por su victoria sobre Amalec.

Según el Midrash, Jetro, el suegro de Moisés, se llamaba originalmente Yeter y cuando «añadió» buenas acciones (a sí mismo), se añadió una letra (vav) a su nombre. Éste es también el caso de Yehonadav, que se convirtió en Yonadav tras aconsejar a Amnón cómo pecar con Tamar, por lo que perdió la letra yud(II Crónicas 20:37).

Shifra y Puah, las meritorias comadronas que salvan a los niños israelitas en Egipto, cambiaron sus nombres por los de Jocheved y Miriam. Hadasa cambió su nombre por el de Esther (oculta), quizá, como su nombre indica, para ocultar su verdadera identidad como parte de Israel o, alternativamente, para ocultar su verdadera virtud como Hadas (mirto), que es símbolo de rectitud(Zacarías 1:8).

Lo contrario también es cierto. Efrón, cuyo nombre se había deletreado con vav (עֶפְרוֹן), apareció de repente sin vav (עֶפְרֹן) tras aceptar una exorbitante suma de dinero de Abraham como pago por la cueva de machpelá en Hebrón.

A veces los cambios los realizaban no judíos, como en el caso del cambio del nombre de José por el de Tzaphnat Paneach(Génesis 41, 45). El oficial en jefe de Nabucodonosor cambió el nombre de Daniel por el de Beltsasar, como referencia a un dios pagano.

El Talmud (Rosh Hashaná 16b) enumera cuatro cosas que pueden hacer que se rompa un decreto desfavorable contra una persona, y una de ellas es un cambio de nombre. Un comentario explica que la función de un cambio de nombre es inspirar a la persona un arrepentimiento completo. Otro comentario sostiene que ninguno de los personajes bíblicos que cambiaron de nombre tenía una necesidad excepcional de arrepentirse. En realidad, un cambio de nombre modificaba el mazal de una persona, traducido como «suerte» o «destino». De ahí el embarazo de Sara inmediatamente después de su cambio de nombre.

Pero el cambio de nombre de Jacob fue único en varios aspectos. Su nombre cambió por completo y no se alteró simplemente por la adición o sustracción de una sola letra. Su significado pasó de referirse a su agarre del talón de Esaú (ekev) a significar «el que ha luchado con el hombre y con Dios y ha vencido».

La identidad es un reto existencial para Jacob, un gran tema recurrente en su vida. Nacido gemelo, se ve obligado a asumir la identidad de su hermano peludo para robarle la bendición de primogénito. Y Labán le engaña barajando las novias de sus hermanas. En cierto sentido, el nuevo nombre, Yisrael, devuelve a Jacob a su naturaleza prenatal cuando en vez de hacer frente al engaño y la ambigüedad ocultando su propia identidad.

El cambio de nombre de Jacob también difiere del de Abraham, a quien nunca se le llama Abram después. El Talmud (Berajot 13) afirma que cualquiera que llame a Abraham por su nombre anterior, «Abram», viola un mandamiento positivo, ya que Dios especificó: «Y tu nombre será Abraham» (Génesis 17:5). Evidentemente, éste no es el caso de Jacob, ya que la propia Torá se refiere a él muchas veces como Jacob después de que el ángel le cambiara el nombre. Y ello a pesar de que el ángel afirma explícitamente

Esta extraña dicotomía se acentúa en Salmos 53:7:

El propio Dios le llama Jacob cuando se le aparece en sueños en Egipto(Génesis 46:2). Y Jacob responde con entusiasmo: «Aquí estoy».

Los judíos reflejan la preferencia de Dios al rezar, refiriéndose al «Dios de Abraham, Isaac y Jacob» en lugar de al «Dios de Israel».

El Talmud (Brachos 12b-13a) señala lo mismo y concluye que a Jacob no se le cambió el nombre como a Abraham y Sara. Más bien, se le dio un nombre adicional. Israel sería su nombre principal, pero Jacob seguiría utilizándose también, como nombre secundario.

Rabi Najman de Umán, fundador en el siglo XVIII de la rama Breslov del Jasidut, tenía una explicación singular del poder de los nombres en su libro Likutei Moharán (56:3:8):

«Lo merecemos mediante el estudio de la Torá. Esto se debe a que la Torá es el Nombre de Dios, y el nombre de una cosa es su recipiente; dentro de este nombre está contenida la fuerza vital de esa cosa. Como está escrito: «alma viviente que es su nombre» (Génesis 2:19), en el nombre de cada cosa está contenida su alma y su fuerza vital. Por eso, cuando llamamos a una persona por su nombre, llamamos inmediatamente su atención, porque en su nombre está contenida toda su alma y su fuerza vital».

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