Tras la plaga que Dios envía para castigar a los Hijos de Israel por adorar a Baal-peor (Números 25), Dios ordena a Moisés que cuente a todos los hombres israelitas de 20 años en adelante. Los cuenta por tribus, según sus casas ancestrales (Números 26:2).
Después del recuento, Dios dice a Moisés que la Tierra de Israel se repartirá entre el pueblo que había sido contado.
Durante una descripción del recuento, la Torá señala a un hombre llamado Zelofehad hijo de Hefer, de la tribu de Manasés, que no tenía hijos pero sí cinco hijas (Números 26:33). La regla de la herencia en aquella época era que las porciones de tierra debían transmitirse a los hijos de un hombre, pero no a sus hijas, y por tanto la porción de Zelofehad, que había muerto en el desierto a causa de un pecado que cometió, no sería heredada por sus hijos.
Por ello, las hijas del difunto Zelofehad se dirigen a Moisés con una queja. Movidas por un profundo amor a la Tierra de Israel, protestan porque, si no se hace nada, su familia perderá para siempre su porción de tierra. Moisés comprende su petición y lleva su caso ante el Señor, que responde que las mujeres tienen una queja justa y que, a partir de entonces, si un hombre muere sin hijos, sus bienes deberán ser heredados por sus hijas.
Al presentar a las cinco hijas de Zelofehad, Mahlah, Noah, Hoglah, Milcah y Tirzah, el versículo remonta su linaje hasta José, hijo de Jacob (Números 27:1). El comentarista bíblico Rashi señala que no se trata de una coincidencia, pues mostraban el mismo amor por la Tierra Prometida que su antepasado Iosef, quien hizo prometer a sus hermanos que se llevarían sus restos de Egipto para enterrarlos en la Tierra de Israel. Las mujeres se sienten aliviadas cuando Dios aclara a Moisés que, en ausencia de hijos varones, la tierra de un hombre debe ser heredada por sus hijas.
La pasión por Israel que mostraron las hijas de Zelofehad sirve de modelo para el papel especial que siempre han desempeñado las mujeres en la colonización de la Tierra de Israel. Dos destacadas mujeres del siglo XX que personificaron las mismas características de amor y dedicación a la Tierra Santa fueron Golda Meir y Sarah Herzog.
Golda Meir se convirtió en la cuarta Primera Ministra de Israel, y la primera mujer Primera Ministra, tras haber sido ministra de Trabajo y ministra de Asuntos Exteriores. El ex primer ministro David Ben-Gurion solía referirse a ella como «el mejor hombre del gobierno», y a menudo se la describía como «la abuela del pueblo judío de carácter fuerte, franca y de pelo canoso».
Sara Herzog fue esposa del ex Gran Rabino Yitzchak Herzog. Ayudó a fundar el principal hospital de geriatría y psiquiatría de Oriente Medio, así como la organización de mujeres judías Emunah, uno de los mayores proveedores de servicios sociales de Israel.
Meir y Herzog son sólo dos ejemplos de mujeres que han demostrado un gran amor por la Tierra de Israel y han desempeñado un papel importante en su colonización. Su gran impacto en la sociedad israelí sigue siendo evidente hoy en día, décadas después de su fallecimiento.