He tenido una semana dura; mi trabajo me ha exigido más, el frigorífico hace ruidos extraños y cada uno de mis adolescentes ha venido a verme con un nuevo y caro artilugio sin el que no pueden vivir. Las Altas Fiestas empiezan en menos de dos semanas y eso suele ser un mes entero de frenesí incesante. La gente dice que cuentes tus bendiciones, pero ¿qué significa eso?
La Torá nos asegura que si cumplimos los mandamientos, Dios nos bendecirá. Aunque nos tranquiliza saber que seremos recompensados por nuestros esfuerzos, la Torá utiliza un extraño doble lenguaje para hacernos ver este punto:
El versículo parece redundante. Si las bendiciones caen sobre ti, ¿por qué dice también la Torá que surtirán efecto?
Esta mañana me he levantado mucho antes del amanecer, dos horas antes de tener que ayudar a mi hijo a prepararse para ir al colegio. Al darme cuenta de que mis preocupaciones no me dejarían volver a conciliar el sueño, bajé a la cocina y me preparé el café, un ritual que me ayuda a entrar en el día. Añadí leche y empecé a dar sorbos a mi café cuando una voz me detuvo.
«¿No vas a servirme una taza?»
Levanté la vista y allí estaba, un duplicado de mí, observándome desde la despensa. Me han sucedido cosas más extrañas, así que no me escandalicé del todo, ni siquiera me sorprendí. Me serví otra taza, preparándola como sabía que me gustaba. Tomó un sorbo y sonrió.
«Salgamos fuera», dijo. Le seguí a la terraza y tomamos un sorbo de café, escuchando a los pájaros hablar del amanecer.
«¿Tenemos un día difícil?», preguntó. «Puedes contármelo».
Así lo hice, quejándome de mi trabajo, de mis hijos exigentes y de mi casa.
«Gracias a Dios», dijo. Me encogí de hombros. La expresión es un cliché religioso que no significa nada. «De verdad. Deberías dar gracias a Dios por estos problemas. Da gracias a Dios porque tienes hijos y están sanos. Da gracias a Dios por tener un trabajo y una casa. Y ya que estás, puedes dar gracias a Dios por esta maravillosa taza de café».
Bebió un sorbo y sonrió como para recalcar el punto.
«No se trata de tener más», explicó. «Tienes que darte cuenta de que, aunque trabajes duro, todo, cada momento del día, es un regalo de Dios. Si lo aprovechas, pues lo tienes. Pero si no lo haces, el regalo se desperdicia. Si reconoces que lo que tienes es un don de Dios, entonces se convierte en un don. Todo se convierte en un don. Incluso las dificultades vienen con una bendición incorporada».
La puerta se abrió de golpe y mi hijo de 15 años salió dando tumbos, con ojos soñolientos y apenas despierto.
«Papá, me voy de excursión al Kinneret con mis amigos», me dijo. «Necesito que me prestes un par de calcetines. ¿Y me das cincuenta shekels para la merienda?».
Estaba a punto de gritarle, pero de repente me di cuenta de la enormidad de la bendición que me estaba ofreciendo. Me volví para darle las gracias a mi yo alternativo, pero no estaba allí. «Un sueño», pensé. Y entonces vi la segunda taza de café, medio llena, apoyada en la barandilla del porche.
La Torá nos enseña que es posible estar rodeado de bendiciones y no darse cuenta de ello. Hay personas que han sido bendecidas con salud, riqueza y gran fortuna, pero sus vidas están llenas de miseria. Tienen bendiciones, pero no han «surtido efecto».
Necesitamos algo más que bendiciones físicas o espirituales. No basta con ver milagros o recibir la mejor de las suertes. Debemos traer estas bendiciones a nuestras vidas y a nuestras almas. Debemos reconocer que todo procede de Dios y que, en el gran esquema de las cosas, todo es para bien. Sólo cuando reconozcamos las bendiciones en nuestras vidas seremos verdaderamente bendecidos.
