Cuando Moisés y Aarón se enfrentaron al Faraón, los magos de su corte intentaron refutar su exigencia de liberar a los hebreos imitando sus actos milagrosos. Esto resultó estar al alcance de los magos cuando se enfrentaron a la serpiente nacida de una vara, al Nilo que se convertía en sangre y a las ranas. Pero, irónicamente, crear piojos diminutos resultó estar más allá de su capacidad de recreación. Ante su fracaso, los magos declararon que la plaga de piojos era «el dedo de Dios»(Éxodo 8:15).
La plaga de piojos tuvo implicaciones teológicas para los egipcios, pues fue la primera vez que los magos del Faraón reconocieron el «dedo de Hashem».
Esta referencia es ampliada en la Hagaddah de Pésaj por el rabino Yossi Hagalili, quien extrapola que, puesto que esta única plaga es el «dedo de Dios», y puesto que Israel vio la «mano de Dios» en la división del mar, seguramente debe haber habido cinco veces más plagas que golpearon a los egipcios en el Mar de las Cañas (es decir, diez plagas en Egipto y otras 50 en el mar, para un total de 60 plagas).

Esta referencia antropomórfica adquiere proporciones diferentes cuando se utilizó el «dedo de Dios» para inscribir los Diez Mandamientos en las tablas de piedra(Éxodo 31:18, Deuteronomio 9:10).
Los dedos de Dios aparecen de nuevo en la visión de Daniel de la fiesta de Belsasar(Daniel 5), cuando «aparecieron dedos» para escribir el mensaje divino en la pared de yeso.

Del mismo modo, el profeta Ezequiel(2:9-10) recibió su profecía a mano.
En otras partes de la Biblia se hace referencia a la mano de Dios como descripción del papel de Dios como creador. En los Salmos(8:4), el rey David describe los cielos como «obra de tus dedos».
Isaías lo repite, precisando que fue la «mano derecha» de Dios la que estableció los cielos(48:13). Pero este mensaje se vuelve aún más personal, al comparar la creación del Hombre por Dios con las acciones de un alfarero(Isaías 64:7):
Es precisamente este aspecto del hombre como obra de Dios lo que el rey David considera que otorga la posibilidad de la redención(Salmos 138:8):