Desde hace varias semanas, cuando se acerca el Shabat en Israel, una tensión familiar llena el aire. Las listas llegan el viernes, pero sólo después de que aparezcan las estrellas el sábado por la noche nos enteramos de quiénes de los nuestros, rehenes en cautiverio de Hamás durante más de 500 días, han regresado a casa. En todo el mundo, judíos y cristianos esperan juntos, refrescando las noticias, conteniendo la respiración, unidos en la esperanza y la oración por cada preciosa vida.
En estos momentos de tiempo suspendido, cuando la comprensión parece estar fuera de nuestro alcance, me encuentro volviendo a una de las declaraciones más poderosas de la historia bíblica, una respuesta que ha llevado a nuestro pueblo a través de milenios tanto de triunfo como de tragedia.
Esta declaración -na’aseh v’nishma -haremos y oiremos (o comprenderemos)- encierra una profunda sabiduría para tiempos como éstos, en los que la acción debe preceder a la comprensión.
Cada semana, al encender las velas de Shabat, al recitar las plegarias que nos han sostenido durante generaciones, adoptamos este principio de na’aseh v’nishma -hacer antes de comprender-. No podemos comprender todo el alcance de los acontecimientos actuales, pero seguimos actuando, rezando y esperando. Las comunidades se reúnen en sinagogas e iglesias, sus oraciones se elevan juntas, sus acciones hablan más alto que sus preguntas.
Los sabios del Talmud alaban esta profunda declaración de fe. En el Tratado Shabat 88a, enseñan que cuando los israelitas dijeron «haremos» antes que «oiremos», revelaron un secreto divino conocido por los Ángeles Ministradores. Sin embargo, aquí estaban meros humanos, eligiendo actuar primero y comprender después, un salto de fe que les sostendría durante siglos de exilio y retorno.
Esta sabiduría habla poderosamente de nuestra realidad actual. Cuando nos reunimos en vigilias de oración, cuando nos apoyamos mutuamente a través de continentes y tradiciones religiosas, cuando elegimos la esperanza frente a la desesperación, estamos eligiendo la acción frente a la comprensión. No podemos comprender plenamente la profundidad de este momento de la historia, pero sabemos que debemos actuar, que debemos continuar, que debemos persistir. Y ésa es la esencia de nuestra fe.
Piensa en Abraham, que no esperó a comprenderlo todo para dar un paso adelante con fe.
Él actuó primero; la comprensión se desarrolló a lo largo del viaje. Hoy seguimos sus pasos, avanzando paso a paso por terrenos inciertos.
El trueno del Sinaí aún resuena en nuestras decisiones cotidianas de actuar antes de comprender plenamente. Cuando acogemos el Sabbat a pesar de nuestros corazones apesadumbrados, cuando nos reunimos en solidaridad a pesar de nuestros temores, cuando elegimos la fe a pesar de nuestras dudas, aprovechamos la misma fuerza que nuestros antepasados encontraron al pie de aquella montaña.
No se trata de fe ciega, sino de un profundo reconocimiento de que a veces la acción debe preceder a la comprensión. En nuestros momentos de mayor oscuridad, cuando el sentido se nos escapa y el dolor nos abruma, podemos seguir el camino que trazaron nuestros antepasados: Avanza con fe, confía en la acción y deja que te siga la comprensión.
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