Hoy, Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, mientras el mundo hace una pausa para recordar a seis millones de judíos asesinados, el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, ya ha profanado esta solemne ocasión. Ayer, en la ceremonia irlandesa del Día de Conmemoración del Holocausto, utilizó su discurso para atacar a Israel y acusarlo de genocidio en Gaza, estableciendo obscenos paralelismos entre el asesinato sistemático de seis millones de judíos y la guerra defensiva de Israel contra los terroristas de Hamás que quemaron vivos a bebés judíos y violaron a mujeres judías. La perversión de la verdad fue tan extrema que los asistentes judíos abandonaron el acto en señal de protesta. Esto ocurre apenas unas semanas después de que Israel se viera obligado a cerrar su embajada en Dublín debido a la implacable hostilidad de Irlanda hacia el Estado judío.
¿Cómo desciende una democracia occidental a semejante confusión moral? ¿Cómo una nación que afirma valorar los derechos humanos acaba apoyando a los terroristas contra sus víctimas? ¿Cómo el país que se enorgullece de la neutralidad y la paz se convierte en un ansioso participante en la demonización del Estado judío?
La respuesta está en un antiguo principio bíblico, que tiene implicaciones mucho más profundas de lo que la mayoría cree. Cuando Dios llamó por primera vez a Abraham, le hizo esta promesa eterna:
Muchos entienden este versículo en términos puramente materialistas: si apoyas políticamente a Israel o envías dinero a causas israelíes, Dios te recompensará con éxito financiero y prosperidad nacional. Aunque puede haber algo de verdad en esta interpretación, el significado real se adentra mucho más en el tejido espiritual de la sociedad humana.
Este versículo revela una ley espiritual fundamental: Las naciones que se alinean con el pueblo de Israel -el vehículo elegido por Dios para llevar la luz moral al mundo- se elevan de forma natural. Los que se vuelven contra Israel sufren inevitablemente la decadencia espiritual y moral. No se trata de un castigo sobrenatural, sino de la consecuencia natural de rechazar la sabiduría divina que llega a través de la conexión con el pueblo judío.
La tradición judía enseña que el destino de las naciones depende de su actitud hacia la misión de Abraham y su descendencia. Quienes promueven esta misión participan de la bendición, no a través de algún quid pro quo divino, sino a través de su propia conexión con la fuente de la verdad moral en el mundo. Por eso es tan trágica la postura actual de Irlanda: al oponerse a Israel, se están aislando de la misma fuente de claridad moral que dicen defender.
Vemos cómo se aplica este principio en tiempo real. Irlanda, que se había vuelto contra Israel, ahora se encuentra incapaz de distinguir entre el asesinato deliberado de judíos inocentes y los cuidadosos esfuerzos de Israel por defender a sus ciudadanos minimizando las víctimas civiles. Una nación que antes entendía el bien y el mal, ahora apoya a quienes se filman con orgullo secuestrando a ancianas judías y celebra el asesinato de adolescentes en un festival de música.
El profeta bíblico Isaías previó esta dinámica cuando proclamó:
Aunque muchos leen este versículo como una predicción de destrucción física para las naciones que se oponen a Israel, su significado más profundo apunta a algo aún más devastador: el colapso total de la claridad moral y la comprensión espiritual que presenciamos hoy en las naciones que se vuelven contra el pueblo de Dios. Cuando las naciones se apartan de Israel, pierden su brújula moral y descienden al caos ético.
Esta ley espiritual funciona en ambas direcciones. Las naciones que están con Israel, que se alinean con el pueblo elegido para traer la luz divina al mundo, ven aclarada y reforzada su propia visión moral. Lo vemos hoy en Estados Unidos, donde los votantes rechazaron la hostilidad de la administración Biden-Harris hacia Israel en favor del firme apoyo del presidente Trump al Estado judío. Este realineamiento con Israel traerá probablemente una renovación de la claridad moral a la sociedad estadounidense en los próximos años. Al elegir bendecir a Israel, las propias naciones son bendecidas con claridad moral y propósito.
El trágico descenso de Irlanda hacia el odio antiisraelí sirve de advertencia a otras naciones. La elección de maldecir a Israel no es sólo una decisión política: es una decisión espiritual que destruirá el alma de una nación. Cuando un país se vuelve contra el pueblo de Israel, no sólo se opone a un Estado-nación moderno; rechaza su propia conexión con la fuente de la verdad moral y la sabiduría divina.
El mensaje es claro: ninguna nación puede mantener su rumbo moral mientras ataca al mismo pueblo que Dios eligió para llevar la luz al mundo. La confusión ética de Irlanda no es aleatoria: es el resultado inevitable de maldecir a aquellos a quienes Dios ha bendecido. Su colapso moral sirve de crudo recordatorio de una antigua verdad: la nación que se vuelve contra Israel no sólo perjudica al pueblo judío, sino que se destruye a sí misma.
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