En el relato de la Creación, Dios termina cada día señalando el día y diciendo que era bueno. La fórmula establecida sobre el primer día dice: «Y fue la tarde y fue la mañana, el primer día»(Génesis 1:5). Una divergencia notable es cuando Dios comenta: «Y fue la tarde y fue la mañana, el sexto día»(Génesis 1:31). Los rabinos señalan la adición del artículo definido «el»:
El artículo definido se añade al sexto día al completarse la Creación para decir que toda la creación estaba condicionada a que Israel recibiera los Cinco Libros de Moisés [el artículo definido está representado por la letra hebrea hey (ה) cuyo valor numérico es igual a 5]. O, alternativamente, todo lo que Dios creó estaba condicionado al sexto día de Siván, cuando Israel recibió la Torá.
El Talmud (Shabat 88a) profundiza en este tema, citando el versículo del Éxodo que describe ese sexto día de Siván tras el Éxodo de Egipto:
La palabra hebrea b’tachtit (בְּתַחְתִּית), traducida aquí como «al pie de», significa literalmente el fondo o la parte inferior. Entendido literalmente, este versículo significa que los Hijos de Israel estaban en, o bajo, la base de la montaña. El Talmud comenta este posible escenario:
Rav Avdimi hijo de Hama hijo de Hasa dijo: «Esto nos enseña que El Santo, Bendito Sea, suspendió la montaña sobre ellos como una cuba y les dijo: ‘Si aceptáis la Torá, bien. Pero si no, ahí tendréis vuestra sepultura'».
Rabbeinu Tam, en su comentario sobre esta sección del Talmud, explica que esta descripción no debe tomarse al pie de la letra. El pueblo se vio obligado a aceptar la Torá, no en el sentido de que alguien les estuviera apuntando con una pistola (o una montaña) a la cabeza, sino en el sentido de que era completamente obvio para ellos que eso era lo correcto. Los milagros concomitantes habían dejado absolutamente claro que su existencia, y la existencia del mundo entero, dependían de la Torá que se les ofrecía aquel Shavuot.
No se nos dio mucha elección, y las implicaciones fueron globales, ya que toda la Creación estaba en equilibrio. Es como si dijéramos que, aunque el proceso de la Creación finalizó en el arquetípico sexto día, la Creación no se completó o cumplió hasta el sexto día que llegó miles de años después, cuando se entregó la Torá a los judíos y, a través de ellos, al resto de la humanidad. No bastaba con que el mundo existiera físicamente y funcionara como un sistema de movimiento perpetuo, finamente sintonizado y operado divinamente. La Creación no estaba completa a menos que el Hombre recibiera la Torá y se relacionara con la Creación como medio de servir a Dios.
En el Sinaí, se deja gráficamente claro que ni Israel ni el mundo en su conjunto pueden seguir existiendo sin la aceptación de la Torá por parte de Israel. En un sentido muy real, la existencia continuada del mundo depende por completo del pacto eterno, expresado en la observancia por parte de los judíos de los mandamientos de la Torá en la tierra de Israel.
Es importante señalar que la entrega de la Torá en el monte Sinaí se denomina Matán Torá, la entrega de la Torá, aunque no necesariamente la recepción de la Torá. El Talmud explica que la recepción de la Torá tuvo lugar en la época de Mardoqueo y Ester, cuando los judíos aceptaron plenamente la Torá por libre elección. Esto se aprendió del versículo
En la historia de los judíos de Susa hubo muchas sorpresas, pero ningún milagro dramático. La intervención divina estaba presente pero no se veía. El nombre de Dios no se menciona en el Libro de Ester, y la salvación de los judíos se produjo por medios naturales y sus propios esfuerzos. Dios permaneció entre bastidores. El nombre «Ester» deriva de la palabra «nistar«, que significa «oculto». La aceptación de la Torá en Purim fue resultado de la libre elección. No se cernieron montañas sobre nuestras cabezas ni se requirieron amenazas.
Esta aceptación de la Torá durante Purim, basada en la libre elección y no en la coacción divina, tiende un puente entre la trascendental revelación del Sinaí y las experiencias más sutiles, pero igualmente profundas, de Purim. Al celebrar Purim, reconocemos no sólo la milagrosa supervivencia del pueblo judío contra todo pronóstico, sino también su inquebrantable dedicación a su pacto con Dios, dedicación que se reafirmó con alegría y libre albedrío en la época de Ester y Mardoqueo.