A lo largo de nuestra vida, ya sea por motivos que nosotros creamos o por razones que desconocemos, experimentamos tragedias, sentimos dolor y sufrimos. ¿Por qué?
Esta pregunta jobiana nos perturba durante todo nuestro periodo de angustia, y sigue atormentándonos cuando ese dolor se traduce en pérdida. El profeta Jeremías es famoso por su grito de eicha, ¿por qué?, que es la palabra inicial del Libro de las Lamentaciones, leído en Tisha B’Av, el día más triste de la historia judía.
El rey David también se enfrenta a este tema en su tercer salmo:
Esta línea penetrante es el centro de su canción.
¿Cómo responde David a esta pregunta? ¿Cómo afronta su sufrimiento?
Muchos de los salmos de David, que expresan tanto sus temores más oscuros como sus mayores expresiones de gratitud a Dios, fueron escritos durante los tiempos tumultuosos de su vida. Como castigo por pecar con Betsabé, se advierte a David de que Hashem «hará surgir una calamidad contra ti desde dentro de tu propia casa»(II Samuel 12:11).
De hecho, inmediatamente después de su pecado con Betsabé, leemos que el hijo de David, Amnón, violó a la hija de David de otra esposa, Tamar. El hermano de Tamar, Absalón, consuela a Tamar, pero jura vengarse de Amnón y acaba matándolo. Con el asesinato del hijo del rey, Absalón es desterrado. David acaba acogiéndolo de nuevo, pero mientras está en la casa del rey, Absalón gana popularidad y acaba asumiendo el trono, derrocando a su padre y obligándole a huir.
David se ve expulsado de su capital por su propio hijo. Mientras sube al monte de los Olivos llorando y abatido(II Samuel 15:30), se dirige a Dios en el dolor y el sufrimiento y clama con este salmo.
El salmo puede dividirse en tres secciones: angustia (versículos 1-3), fe (versículos 4-7) y petición (versículos 8-9).
La estructura utilizada en el salmo es muy natural. Comienza con los sentimientos de angustia de David. El ataque de sus enemigos, su sufrimiento y su miedo al futuro son los pensamientos que ocupan el primer plano de su mente y de su poema. Ya es bastante malo que su reino esté siendo derrocado y que violen a su hija y él no reaccione, ¡pero el hecho de que su amado hijo Absalón fuera el cerebro de todo ello lo hace aún más insoportable!
El segundo sentimiento que David invoca aquí es crucial, posiblemente el componente más importante a la hora de relacionarse con Dios en tiempos de necesidad. «Pero Tú, Señor, eres un escudo a mi alrededor» (versículo 4). En medio del sufrimiento, antes del lamento, antes de la oración de salvación, se expresa una expresión tranquila y confiada de fe en Dios. ¡Es Dios quien salvará a David, a pesar de sus pecados! Dios levanta la cabeza de David cuando todos los demás intentan bajarla. Antes de pedir a Dios la salvación, debes reconocer honesta y verdaderamente que el Señor es nuestro salvador definitivo, que siempre vela por nosotros a pesar de que a veces nos permita sufrir.
David comienza esta sección con las palabras «Pero tú». Aquí se hace hincapié en Dios, su único protector y su gracia salvadora.
¿Cómo puede David, que es plenamente consciente de que lo que ve transpirar ante él es un castigo por sus pecados, invocar confiadamente a Dios como su salvador? Éste es el verdadero mensaje de arrepentimiento que se oculta entre las líneas del salmo. Aunque esté sufriendo por su pecado, sabe que, mediante el arrepentimiento, su relación con Dios sigue siendo tan fuerte como siempre. Dios sigue siendo nuestro salvador a pesar de nuestros errores y defectos, mientras sigamos queriendo tener una relación con Él.
La última etapa pone de relieve hasta qué punto David está seguro de su método para reestructurar su relación con Dios. Tras las dos primeras etapas de angustia y confianza plena en Dios, en la tercera la petición surge con toda su fuerza.
David pide a Dios que se levante y se levante contra sus enemigos. La pasividad es aquí inaceptable.
En ausencia de profetas y de una línea directa de comunicación con Dios, no podemos saber con certeza la razón por la que sufrimos. Sin embargo, este salmo nos presenta la triple respuesta de David ante el sufrimiento personal. El lado humano describe primero la angustia y el dolor: está bien sentir y reconocer el sufrimiento. El lado espiritual reconoce la fe completa en Dios, que nos ha salvado en el pasado y nos traerá la salvación en el futuro. Por último, la tercera sección representa al humano, ahora dotado de espiritualidad, que suplica enérgicamente a Dios que se levante contra sus enemigos y le salve de sus problemas.
El mismo David que pecó en la noche oscura, se levanta ahora en su camino de arrepentimiento para volver a encontrar la luz de Dios, dejando que brille radiante sobre él. Igual que Dios salvó a David, nos salvará a nosotros de nuestros problemas y derramará también su luz sobre nosotros. ¡Deja que brille!