El Libro de Rut es una historia de redención. Al casarse con Rut, Booz la redime a ella y a su antiguo marido, llevando su apellido, y también redime la propiedad que pertenecía a Elimelec y a su familia. Sin embargo, el Libro de Rut no trata sólo de la redención de un individuo, sino de toda una nación, e incluso de todo el mundo.
Cuando Rut se enfrenta a Booz en mitad de la noche en la era y le pide que la redima mediante el matrimonio, el concepto de redención se menciona no menos de 6 veces:
Estos versículos no sólo se refieren a la redención personal de Rut, sino que también aluden a una redención a una escala mucho más amplia.
Mientras Rut se presenta a Booz en mitad de la noche, éste le dice que la redención se producirá por la mañana: «Quédate a pasar la noche, y por la mañana, si actúa como redentor, ¡bien!… Acuéstate hasta la mañana».
El contraste simbólico de la noche y el día se encuentra también en los versículos que describen el Éxodo de Egipto. Allí, la Biblia escribe que la liberación tuvo lugar «en medio de la noche»(Éxodo 12:29), pero más adelante, en el mismo capítulo, dice que Dios los sacó durante el día: «al final del año cuatrocientos treinta, en aquel mismo día, todas las filas de Hashem salieron de la tierra de Egipto»(Éxodo 12:41). Del mismo modo, al describir la futura redención del pueblo judío, Isaías utiliza el tema de la luz y la oscuridad para representar el exilio y la redención(Isaías 60:1-3).
Al contraponer la noche y el día, como hace la Biblia en estas referencias a la redención nacional, el Libro de Rut está insinuando que la redención de Rut también conducirá a la redención de toda la nación de Israel. Esto queda claro al final del libro, que describe el nacimiento del hijo de Rut y Booz que, a su vez, se convierte en el abuelo del rey David, antepasado del Mesías.
Dios no sólo sabe que la redención personal de Rut conducirá a la redención final de la nación, sino que el propio pueblo de Belén expresa la esperanza de que la unión entre Rut y Booz conduzca a la redención nacional. Después de que Booz anuncie su intención de casarse con Rut, el pueblo presente responde con la siguiente bendición:
Ofrecen una bendición para que Rut sea como Raquel y Lea, que «ambas» edificaron la casa de Israel.
Raquel y Lea tuvieron cada una sus propios retos en su matrimonio con Jacob. Lea anhelaba el amor y la atención de su marido, mientras que Raquel luchaba por tener hijos. Estos retos condujeron a una rivalidad entre las dos hermanas que se expresa en la respuesta de Lea a la petición de Raquel de que compartiera las mandrágoras encontradas por su hijo Rubén(Génesis 30:15), y se transmitió a la siguiente generación, dividiendo a sus hijos y conduciendo a la contienda entre José y sus hermanos. La época de los jueces, en la que se desarrolla el Libro de Rut, fue también una época de desunión. La expresión «En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que quería» (Jueces 17:6, 21:25), se repite más de una vez, dando a entender que, al no haber rey que sirviera de fuerza unificadora, existía una cultura de «sálvese quien pueda».
Sin embargo, se atribuye a Raquel y a Lía, juntas, el mérito de ser las madres de toda la nación. La bendición concedida a Rut y Booz alude a un llamamiento a la armonía nacional, que tanto faltaba en aquella época. El pueblo reza para que esta unión acabe por unir a la nación, precursora de la redención.
David, bisnieto de Rut y Booz, comprendió esta necesidad de unidad. A pesar de descender del linaje de Lea, evita emplear la violencia con el rey Saúl, que pretendía matarle. En sus intentos de reconciliación con la familia de Saúl, entabla amistad con Jonatán, hijo de Saúl, y se casa con su hija Mical. Más tarde, cuando se convirtió en rey, trasladó su capital de Hebrón, en el centro del territorio de Judá, a Jerusalén, situada en la frontera del territorio de Benjamín.
Los intentos de David de unificar la nación tuvieron éxito al principio, y cuando se convirtió en rey fue reconocido por «todas las tribus de Israel»(II Samuel 5:1). Sin embargo, dos generaciones más tarde, la nación volvió a dividirse cuando diez tribus se separaron del Reino de Judá y formaron su propio Reino de Israel. Pero la esperanza de unidad nacional nunca se ha perdido, y los profetas predicen un tiempo en el que la nación de Israel volverá a reunirse bajo el liderazgo del principal descendiente de David, el Mesías.
Cuando nace el hijo de Rut y Booz, las mujeres bendicen al bebé con la esperanza de que su nombre se perpetúe por todo Israel(Rut 4:14). Noemí, no Rut, cría al niño. Y son las mujeres las que ponen nombre al bebé, no la madre. Todo esto indica que el niño, su nombre y su destino, no pertenecen a sus padres inmediatos, sino a la nación mayor a la que servirá.
El Libro de Rut termina con la genealogía del rey David. Sólo un monarca que haya heredado la bondad y la compasión de Rut y Booz puede lograr la verdadera unidad nacional y la redención definitiva.