Muchos salmos son inspiradores, pues reflejan la relación de David con Dios y su inquebrantable fe en el Todopoderoso. El Salmo 78, sin embargo, comienza declarándose un «maskil». Aunque la palabra maskil es difícil de traducir, deriva de la palabra sechel (intelecto), lo que le da el significado simple de «algo que es intelectualmente esclarecedor».
Este Salmo describe a grandes rasgos una gran parte de la historia judía. Como tal, comienza destacando la importancia de aprender historia:
Expondré un tema, expondré las lecciones del pasado, cosas que hemos oído y sabido, que nuestros padres nos han contado. No se las ocultaremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Hashem y Su poder, y las maravillas que ha realizado. Salmo 78:2-4
De hecho, este capítulo de los Salmos es una lección de historia que encierra un poderoso mensaje.
Pero me gustaría centrarme en lo que podemos aprender de un capítulo concreto del Éxodo que a menudo se pasa por alto y al que se alude en este salmo:
Como los arqueros efraimitas que jugaron en falso el día de la batalla, no guardaron Hashemse negaron a seguir Sus instrucciones; Salmo 78:9-10
¿Quiénes eran estos efraimitas y cuándo se negaron a seguir las instrucciones de Dios?
Efraín era, por supuesto, hijo de José y Osenat, nacido en Egipto. Su destino se insinuó en I Crónicas 7:22:
«Efraín lloró y sus parientes le consolaron».
Pero, ¿qué ocurrió con la tribu de Efraín?
Aunque la nación de Israel sabía que el exilio egipcio duraría 400 años, basándose en la promesa hecha a Abraham en el Pacto de las Partes(Génesis 15), la tribu de Efraín calculó mal, creyendo que el exilio terminaría treinta años antes de lo que realmente ocurrió. Bajo esta idea errónea, salieron de Egipto para llevar a cabo una incursión en la tierra prometida. Entraron en la tierra por la llanura costera, confiando en que su fuerza y su armamento les llevarían a la victoria. Aunque tenían una gran confianza, carecían de guía divina, pues habían salido de Egipto prematuramente. Así, fueron completamente aniquilados por los filisteos.
Los hombres de Gat colocaron los huesos de los efraimitas muertos (los restos de unos 300.000 individuos) junto al camino como advertencia para los demás. Los sabios enseñan que Dios condujo a los Hijos de Israel fuera de Egipto por la ruta más larga(Éxodo 13:17-18) para que no vieran los huesos de los efraimitas que los hombres de Gat habían dejado junto al camino. La masacre de sus hermanos había tenido lugar unas décadas antes, y Dios no quería que las demás tribus se acordaran de ello ni se desanimaran.
En realidad, el comentarista bíblico medieval conocido como Rashi identifica los huesos secos de la visión de Ezequiel (Ezequiel 37) con los de los efraimitas.
La razón por la que murieron a manos de los filisteos fue que confiaron en sus cálculos humanos y se negaron a esperar en Egipto las instrucciones de Moisés. El mensaje inequívoco de este incidente es que la redención está en manos de Dios y requiere fe y obediencia. Y, por supuesto, paciencia.
La historia de los arqueros efraimitas es un cuento con moraleja sobre los peligros de la impaciencia y la presunción. Cuando confiamos en nuestro propio entendimiento y en el momento oportuno, corremos el riesgo de cometer graves errores. Pero cuando esperamos en Dios y obedecemos Sus instrucciones, podemos estar seguros de Su protección y guía.
El mensaje del Salmo 78 sigue siendo relevante hoy en día. En un mundo en el que nos bombardean constantemente con información y distracciones, puede resultar fácil olvidar las lecciones del pasado. Pero si nos tomamos el tiempo necesario para aprender de nuestra historia, podemos evitar repetir los mismos errores. Al aprender el Salmo 78, nos vemos impulsados a reflexionar sobre nuestras propias vidas y sobre la forma en que navegamos en nuestros viajes espirituales. ¿Somos, como los efraimitas, propensos a precipitarnos, impulsados por nuestros propios cálculos, o estamos dispuestos a abrazar la sabiduría de la paciencia y la virtud de la fe y la obediencia en nuestra búsqueda de la redención? Las respuestas pueden ser tan esclarecedoras como el propio Salmo.