En la porción de la Torá de Vayakhel(Éxodo 35:1-38:20), se nos vuelve a presentar a Bezalel, hijo de Uri y nieto de Hur, de la tribu de Judá, a quien se encargó la construcción del Tabernáculo. Cuando conocemos a Bezalel, se nos dice que es un artista de gran talento:
De hecho, tenía tanto talento que en 1906 se creó la principal institución académica israelí de arte, diseño y arquitectura, que fue bautizada en su honor: la Academia Bezalel de Arte y Diseño.
Sin embargo, la artesanía de Bezalel tenía una finalidad que iba más allá de la mera estética.
Dotado de «un espíritu divino de destreza, habilidad y conocimiento en toda clase de oficios», la habilidad artística de Bezalel no tenía parangón. Se le encargó hacer diseños en oro, plata y cobre, cortar piedras, tallar madera y dedicarse a todas las formas de artesanía artística que se utilizaron para construir el Tabernáculo, el santuario que albergaba la presencia de Dios en el desierto, y todas sus partes.
Pero la construcción del Tabernáculo, desde su armazón y sus colgaduras hasta su mobiliario, los querubines y las vestiduras de los sacerdotes, que estaban diseñadas para «la dignidad y el adorno»(Éxodo 28:2), parece fuera de lugar. El judaísmo hace más hincapié en la belleza interior que en la exterior, y advierte contra las manifestaciones físicas de las cosas, principalmente porque podrían conducir a la adoración de ídolos. El segundo de los Diez Mandamientos, por ejemplo, prohíbe hacer imágenes esculpidas.
¿Cómo trascendieron estas preocupaciones el arte de Bezalel y la construcción del Tabernáculo?
Según el rabino Jonathan Sacks, la respuesta se encuentra en el nombre de Bezalel, que significa «a la sombra de Dios». El nombre de Bezalel subraya la idea de que sus creaciones no eran meras expresiones artísticas, sino reflejos de la belleza divina. A diferencia del arte secular, que puede existir por sí mismo, la obra de Bezalel para el Tabernáculo era un esfuerzo espiritual, que señalaba a los espectadores algo mucho más grande que ellos mismos: la presencia y la gloria de Dios.
El Tabernáculo, enriquecido por los diseños artísticos de Bezalel, era un espacio donde se manifestaba la gloria divina. El hecho de que fuera diseñado «a la Sombra de Dios» nos enseña que, en el judaísmo, el arte no es simplemente decorativo, sino que conlleva un objetivo espiritual más profundo: despertar nuestra conciencia de que el universo es una obra maestra divina.
La palabra hebrea para arte, omanut, comparte raíz con la palabra hebrea para fe, emunah. Esta palabra ilustra maravillosamente cómo, en el judaísmo, el arte es una vía para apreciar la creatividad última del Creador. El rabino Sacks concluye que esta perspectiva desplaza nuestra comprensión de la admiración griega por la santidad de la belleza a la perspectiva judía de la belleza de la santidad.
A través de esta lente, el omanut (arte) profundiza nuestra emunah (fe), invitándonos a encontrar a Dios en los detalles divinos del mundo bellamente elaborado que nos rodea. Con esta perspectiva, podemos vivir verdaderamente nuestras vidas «a la sombra de Dios».
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