Una oración a través del tiempo

febrero 15, 2024
Grand Rabbi of the Shatz Viznitz Hassidim says the "Shema" prayer in Meron

En 1946, poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, el rabino Isaac Halevi Herzog, rabino jefe asquenazí de la Palestina obligatoria, viajó a Europa con la esperanza de encontrar niños judíos que hubieran sobrevivido a la guerra. Visitó un gran monasterio conocido por haber protegido a niños judíos de la muerte a manos de los nazis. El rabino Herzog intentó reunir a estos niños con su pueblo.

Aunque la Reverenda Madre estaba dispuesta a devolver a los niños, no estaba segura de cómo identificar cuáles de los niños de entre los cientos que había en el monasterio eran, de hecho, judíos. El rabino Herzog le pidió que reuniera a todos los niños en una gran sala. Cuando estuvieron todos reunidos, gritó: «¡Escucha, Yisrael! El Señor es nuestro Dios, sólo el Señor»(Deuteronomio 6:4).

Conocida como el Shema, esta oración judía fundamental provocó un emotivo reencuentro cuando docenas de niños reconocieron la oración y corrieron hacia él. Aunque pocos de los niños recordaban gran parte de sus primeros años de vida, el sonido del Shemá, la oración más fundamental de la fe judía, les trajo al instante recuerdos de cuando recitaban estas palabras hebreas con sus padres antes de acostarse.

Este relato ilustra la importancia de la oración del Shemá y lo profundamente arraigada que está en el alma judía. De hecho, es tan fundamental que, según la ley judía, es uno de los dos versículos que deben enseñarse en cuanto un niño aprende a hablar. ¿Por qué es tan importante este versículo?

Este versículo es un profundo reconocimiento de que Dios existe y afirma que Él es la única autoridad divina en el mundo. Recitar este versículo a diario es nuestra forma de abrazar Su papel soberano en nuestras vidas y de aceptarle como nuestro Rey.

Pero la frase «Dios es Uno» va más allá de la simple afirmación de la singularidad de Dios. Sugiere una profunda conexión entre Dios y la totalidad de la creación. Esto significa que todo lo que nos rodea, desde la inmensidad del universo hasta los detalles más ínfimos de la vida, está intrínsecamente ligado a Dios. No hay nada en la existencia que esté separado de Él. Cada elemento del mundo que percibimos es esencialmente un reflejo de Dios, aunque no siempre resulte evidente. Esta perspectiva sostiene que el universo depende constantemente de Dios para su propia existencia. Dios no se limitó a crear el mundo y dar un paso atrás, sino que participa activamente en su desarrollo continuo, momento a momento. La energía de Dios fluye perpetuamente en el universo, sosteniéndolo en todo momento. Si alguna vez se retirara esta energía divina, toda la creación dejaría de existir.

Este concepto, que subraya la omnipresencia de Dios y la unidad entre Él y la creación, es de tal importancia que, además de recitarlo dos veces al día en nuestras oraciones, y de nuevo antes de acostarnos, se proclama enfáticamente en Yom Kippur (Día de la Expiación), el día más sagrado del calendario judío. Cuando el día se acerca a su fin, este reconocimiento se hace tres veces, reforzando la creencia en el dominio perdurable de Dios y en el hecho de que toda la existencia está bajo Su dirección.

Dado que el Shemá es tan significativo que a todo niño judío se le enseña esta frase prácticamente desde que nace, se ha convertido en una especie de palabra clave judía, como vimos en la historia inicial con el rabino Herzog. Del mismo modo, Zvi Zamir, antiguo jefe del Mossad, relató un conmovedor incidente en el que, durante una misión de evacuación de judíos del Líbano y Siria, el Shemá tranquilizó a una anciana, convenciéndola de que confiara en él y subiera a bordo de un barco de la Marina israelí. Esta frase la tranquilizó diciéndole que estaba entre su gente y bajo la protección del Estado de Israel y sus fuerzas de defensa.

Expresiones de confianza similares han sido necesarias desde el inicio del actual conflicto entre Israel y Hamás, que comenzó el 7 de octubre. Los hermanos Kalmanson condujeron 100 kilómetros la mañana del 7 de octubre, desde su casa en Otniel hasta el kibutz Be’eri, para ayudar a salvar las vidas de sus compañeros judíos. Pensando que los Kalmanson eran terroristas que intentaban engañarlos para que salieran de su escondite, los aterrorizados miembros del kibbutz se negaron a abrir las puertas de sus habitaciones seguras. Sus gritos de «somos reservistas», «somos judíos» e incluso cantar canciones de las fiestas judías fueron recibidos con recelo. Sólo cuando proclamaron el Shemá se abrieron las puertas, revelando a los petrificados residentes del kibbutz que llevaban escondidos más de 12 horas.

Del mismo modo, en el campo de batalla de Gaza, los soldados que necesitan identificarse como judíos para evitar el fuego amigo también han utilizado el Shema como seña de identidad.

Esta sencilla declaración de fe, «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, sólo el Señor», se ha convertido en mucho más que una frase de la Torá o una oración recitada mañana y noche. El Shemá es un símbolo de la identidad, la unidad y la supervivencia judías, así como del papel de Dios en nuestras vidas y en el mundo. El Shemá sigue siendo una profunda declaración de fe, un recordatorio del vínculo inseparable entre Dios y Su creación, y un grito de guerra que ha traído consuelo y salvación a muchos en tiempos de extrema necesidad.

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Shira Schechter

Shira Schechter is the content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. She earned master’s degrees in both Jewish Education and Bible from Yeshiva University. She taught the Hebrew Bible at a high school in New Jersey for eight years before making Aliyah with her family in 2013. Shira joined the Israel365 staff shortly after moving to Israel and contributed significantly to the development and publication of The Israel Bible.

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