¿Y si pudieras viajar atrás en el tiempo, no sólo para observar, sino para rectificar el pasado y remodelar el futuro? La observancia anual del Shabat Jazón, «el Sabbat de la Visión», el fin de semana anterior al 9 de Av, nos ofrece un viaje simbólico de este tipo. Más que un simple recuerdo de algo que ocurrió hace mucho tiempo, sirve de poderoso catalizador para el crecimiento y la transformación personales y colectivos. Este Sabbat fomenta la introspección, el arrepentimiento y la visión de un futuro impregnado de rectitud, justicia y paz.
El nombre especial del Sabbat, «el Sabbat de la Visión», está tomado de la primera palabra de la haftará del día, o lectura de los Profetas, Isaías 1:1-27. Esta lectura en particular es la última de una tríada de«haftarot de aflicción», recitadas durante el periodo solemne conocido como las Tres Semanas. Este periodo, que se extiende desde el 17 de Tamuz hasta el 9 de Av, está destinado a guardar luto por la destrucción de Jerusalén y la pérdida del Templo sagrado, una tragedia que ha marcado la historia judía. El profeta Isaías comienza esta visión de reproche con la palabra hebrea jazon, que significa «visión» o «profecía»:
Isaías relata una visión divina en la que reprende a los ciudadanos de Judá y Jerusalén por su desobediencia contra Dios, criticándoles por no enmendar sus caminos a pesar de las numerosas reprimendas y castigos. Utiliza un lenguaje vívido y duro, comparando al pueblo judío con los de Sodoma y Gomorra. Dios expresa además su desdén por sus sacrificios y su culto, que iban acompañados de un comportamiento inmoral, y lamenta la degradación moral de una ciudad antaño radiante de justicia.
Sin embargo, la lectura no está totalmente envuelta en las sombras de la reprensión. Isaías, cambiando a un tono más suave, insta a su pueblo a arrepentirse sinceramente y a realizar actos de caridad y bondad hacia los vulnerables de entre ellos: los necesitados, los huérfanos y las viudas. Les asegura recompensas abundantes por su obediencia y concluye con una promesa esperanzadora de una redención futura: Dios restaurará a los dirigentes y jueces de Israel, y
El rabino Mendel Hirsch señala perspicazmente que los lamentos del profeta no se centraban en la inminente destrucción del Templo, sino en las causas profundas de esta devastación inminente. Por tanto, cuando lloramos la pérdida del Templo en Tisha B’Av (el 9 de Av), no debemos centrarnos en la pérdida del Templo en el pasado, sino en nuestros propios comportamientos que impiden su reconstrucción en el presente.
Los sabios nos enseñan que en cada generación en la que no se ha reconstruido el Templo, es como si se hubiera destruido de nuevo. Mientras el Templo siga en ruinas, seremos culpables de algo que impide su reconstrucción. Por tanto, no debemos limitarnos a lamentar la tremenda pérdida sufrida por nuestros antepasados: la devastación de nuestra tierra, la profanación de nuestra ciudad santa y la ruina de nuestro Templo sagrado. Por el contrario, nuestro dolor debe provocar una introspección sobre nuestros comportamientos, actitudes y prácticas actuales. Debemos cuestionarnos hasta qué punto hemos erradicado los hábitos destructivos que condujeron al exilio de nuestros antepasados, no una, sino dos veces.
¿Tratamos a los demás con justicia, somos amables con todos, incluso con los que son diferentes a nosotros, y cuidamos de los necesitados? También es imprescindible una evaluación honesta de nuestros compromisos espirituales. ¿Son nuestras oraciones, como los sacrificios de animales descritos por Isaías, mera palabrería, carente de convicción sincera, y sirven como sustitutos de una devoción genuina? O, como pregunta conmovedoramente el rabino Hirsch, ¿está nuestra realidad contemporánea lo suficientemente impregnada de espiritualidad y enriquecida por la Biblia como para poder apoyar el restablecimiento del Templo de Dios? Si la respuesta a estas preguntas es negativa, tenemos que hacer un gran examen de conciencia.
En una línea similar, Sivan Rahav-Meir, personalidad israelí de los medios de comunicación y conferenciante, nos insta a reconocer el Sabbat de la Visión como una oportunidad para ampliar nuestra propia visión. Nos obliga a imaginar la redención definitiva, tanto colectiva como individual. Es un momento para contemplar lo que falta en nuestro mundo, para reconocer los problemas a los que nos enfrentamos y el dolor que soportamos, y para esperar días mejores. Dados los acontecimientos del 7 de octubre, la guerra en curso contra Hamás y sus partidarios, y el antisemitismo rampante en todo el mundo, es trágicamente fácil empatizar con el dolor y anhelar un mundo rectificado.
Meir cita las palabras del rabino Abraham Isaac Kook como conclusión adecuada: «Hemos empezado a hablar de grandes cosas, entre nosotros y a oídos del mundo entero, y aún no hemos terminado. Aún estamos en mitad de nuestro discurso». Las palabras del rabino Abraham Isaac Kook encapsulan esta esperanza y esta visión. Nos recuerdan que nuestro viaje hacia la redención está en curso, y que es nuestro deber seguir luchando por un futuro mejor.
El Sabbat de la Visión nos recuerda que el 9 de Av no es sólo un día para lamentar nuestras pérdidas, sino también un momento para recordar nuestro potencial y nuestras responsabilidades, tanto personales como colectivas. Nos incita a recordar lo que se espera de nosotros, transformando así nuestro duelo en un catalizador de cambios significativos y de reconexión con nuestra herencia divina.
Que nos sintamos inspirados para mejorarnos a nosotros mismos y al mundo, acercándonos a la redención definitiva y al amanecer de la era mesiánica.
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