«Eres mucho más bajo en persona de lo que esperaba».
Esa es la frase que los actores oyen con más frecuencia. Es la otra cara de la percepción «más grande que la vida» de las personas famosas. Las historias de ciencia ficción sobre máquinas del tiempo siempre presentan la versión «más grande que la vida» de las figuras históricas. Siempre he querido escribir una historia de ciencia ficción sobre poseer una máquina del tiempo y conocer a personajes históricos, sólo para descubrir que eran decepcionantemente normales.
Pero incluso en mis momentos más cínicos, no puedo imaginarme a Moisés de otro modo que más grande que la vida. Los sabios describen un encuentro entre Moisés y el gigante bíblico Og, que supuestamente medía cuatro metros. Og empequeñecía a todos excepto a Moisés, a quien describían con una altura de 4,5 a 5 metros.
Cuando mis hijos eran pequeños, me remitía a este Midrash cada vez que les contaba cuentos sobre Moisés antes de dormir. Pero ahora que son mayores, tengo que esforzarme más por impresionarles con la grandeza de Moisés. Actualmente me estoy preparando para ello, pues la porción semanal de la Torá narra la historia de Moisés desde su nacimiento hasta la edad adulta.
La Biblia describe a Moisés «creciendo» no una vez, sino dos, en dos versículos consecutivos(Éxodo 2:10-11). La Torá siempre tiene cuidado de no andarse con rodeos, así que ¿por qué se repite aquí? Está claro que si la Torá hizo hincapié en que Moisés creció dos veces significa algo más que «se hizo mayor». ¿Qué podemos aprender de esta repetición?
En este punto de la narración, Moisés era todavía un joven que atravesaba una crisis de identidad. Pero es el personaje central de los cuatro libros siguientes de la Torá. No sólo saca a los judíos de Egipto, sino que ayuda a formar la nación emergente y actúa como su punto de conexión con Dios. Para desempeñar este papel se necesitaba un hombre que fuera realmente más grande que la vida, que hubiera crecido el doble que una persona normal.
El comentarista medieval conocido como Rashi comenta la repetición, explicando que la primera referencia a Moisés creciendo describe su estatura física. El niño creció hasta convertirse en un hombre. Pero la segunda referencia a Moisés creciendo describe su desarrollo hasta convertirse en un gran hombre. ¿Qué hizo a Moisés tan grande?
El segundo versículo que nos dice que Moisés creció dice así:
Moisés salió al encuentro de sus hermanos para ser testigo de su sufrimiento. Lo primero que le hizo grande fue que Moisés fue capaz de empatizar con los demás, de comprender su sufrimiento y de marcar la diferencia en sus vidas.
Las tres historias siguientes muestran cómo Moisés salvó a un judío atropellado por un egipcio, se involucró cuando dos judíos se peleaban y ayudó a las hijas de Jetro, forasteras en tierra extraña. Cuando vio una injusticia, Moisés defendió lo que era justo, sin importarle quién estuviera implicado. Sintió el dolor de todos e hizo lo que pudo para ayudar. Ésta es la esencia de una gran persona.
Pero la grandeza de Moisés fue incluso más allá de marcar la diferencia en la vida de los demás. Cuando Josué asumió la responsabilidad de guiar a Israel, el versículo describe a Moisés como un «siervo de Dios», pero a Josué se le describe como el ayudante de Moisés(Josué 1:1). En términos normales, un hombre libre que trabaja como «asistente» está más alto en la escala social que un esclavo. Pero la grandeza de Moisés procedía de su papel de esclavo de Dios. Como un verdadero esclavo, Moisés no tenía voluntad ni deseo propios. Un sirviente contratado trabaja las horas establecidas y luego se va. Como un verdadero esclavo, Moisés estaba siempre conectado a su amo. La grandeza de Moisés también procedía de anteponer a Dios a todo lo demás.
Los judíos no tienen a ningún otro personaje en tan alta estima como a Moisés. Se refieren a él como Moshe Rabbeinu (Moisés, nuestro maestro). Irónicamente, a pesar de su grandeza, la Torá afirma inequívocamente que «Moshé era un hombre muy humilde, más que ningún otro hombre sobre la tierra»(Números 12:3). Por supuesto, este nivel de humildad no hizo sino aumentar su grandeza.
Cuando Moisés descendió del monte Sinaí, todos, excepto él, pudieron ver los rayos de luz que salían de él. Otro signo de la humildad de Moisés fue que, después de servir como Sumo Sacerdote en el Tabernáculo durante la semana inaugural, cedió el cargo a su hermano Aarón sin reservas.
La grandeza de Moisés le permitió encontrarse (casi) cara a cara con Dios y presentar la Torá a la nación judía. Su amor por Dios se reflejó en su amor inquebrantable por el pueblo judío. Sin embargo, su inquebrantable amor a Dios no significaba que lo aceptara todo sin rechistar. Cuando Dios quiso destruir la nación tras el pecado del Becerro de Oro y empezar de nuevo con la línea de Moisés, el profeta se resistió, discutiendo con Dios y alabando a la nación que acababa de pecar. Esto no sólo era una expresión del amor de Moisés por el pueblo judío y de su propia humildad, sino un ejemplo más de cómo defendía a los demás.
Aprendemos de Moisés tres componentes para llegar a ser grande. El primero es identificarte con los demás y hacer todo lo que puedas para marcar la diferencia en sus vidas. El segundo es anteponer a Dios a todo lo demás y el tercero es la humildad.
Son lecciones sobre la grandeza que los líderes de hoy harían bien en aprender. La grandeza de un líder proviene del pueblo y de Dios. Que todos aspiremos a marcar la diferencia en la vida de los demás y a ser humildes esclavos de Dios.