Aprender Torá con mi hijo de diez años es una experiencia desafiante. Hace preguntas obvias que son inquietantemente difíciles de responder.
«Abba, ¿prometió Dios todo Israel a Abraham, Isaac y Jacob?», preguntó.
«Sabes que sí», respondí.
«¿Por qué compró Jacob la ciudad de Siquem?», preguntó. «Ni siquiera tenía intención de vivir allí mucho tiempo. Su destino final era Betel y luego Hebrón, donde vivía su padre».
abrí la boca, dispuesta a responder. La pregunta era tonta y la respuesta, obvia. El único problema era que no sabía cuál era la respuesta.
Así que fui a mi biblioteca y busqué la respuesta y esto es lo que encontré.
El rabino Abraham Ibn Ezra (siglo XII, España) da una larga respuesta que toca varios puntos. El primer punto es que es un gran mérito poseer tierras en Israel. Me identifico con ello. Ayudé a echar los cimientos de la casa que construí en Gush Etzion y lloré literalmente mientras paleaba el pesado hormigón. De hecho, Ibn Ezra equipara poseer tierra en Israel a adquirir una porción en el mundo venidero.
Al explicar la compra por Abraham de la cueva de Macpela en Hebrón, Ibn Ezra afirma lo siguiente:
«Toda esta sección fue enunciada para destacar el mérito de la tierra de Israel por encima de todas las demás tierras, tanto para los vivos como para los muertos. Además, viene a indicar que se cumplió la palabra de Dios a Abraham sobre la posesión de la tierra.»
No sólo es grande el mérito de la tierra de Israel para quienes viven en ella, sino que incluso tiene mérito ser enterrado en ella. Esto también es aplicable a la compra de Siquem por parte de Jacob, pues estaba destinada a ser el lugar de enterramiento de José muchos años después.
Ibn Ezra también señala que, tanto con respecto a Hebrón como a Siquem, los patriarcas prefirieron comprar la tierra en lugar de aceptarla como regalo, ya que un regalo podía retirarse. Querían asegurarse de que sus compras serían reconocidas universal y eternamente.
De hecho, los sabios explicaron que hay tres partes de Israel sobre las que el derecho judío de propiedad está más poderosamente establecido por las descripciones de su compra que se describen explícitamente en la Biblia: Hebrón, Siquem y el Monte del Templo en Jerusalén.
Sin embargo, hay algunas diferencias significativas entre las compras. Mientras que la cueva de Macpela sólo estaba preparada para ser un lugar de enterramiento, Jacob vivió en realidad en Siquem durante varios años y crió allí a su familia. Llegó allí cuando sus hijos eran pequeños, y sólo se marchó cuando sus hijos mayores, Simeón y Leví, mataron a los hombres de Siquem.
Tras comprar este trozo de tierra en Israel, Jacob lo celebró erigiendo un altar a Dios. Esto también contrasta con la conmemoración que hizo Abraham de la compra enterrando a su esposa.
Cuando le expliqué a mi hijo lo que había descubierto, me hizo la confesión más dulce.
«A quien más quiero es a Jacob», dijo. «Lo tuvo muy difícil. Desde el momento en que nació, tuvo que luchar. Primero fue Esaú y luego Labán. Luego fue el ángel. Pero Jacob ganó siempre. Y siempre parecía feliz. No se quejó después de que Labán le engañara. Se estableció con sus dos mujeres y tuvo un montón de hijos».
Pero, Abba», vaciló antes de continuar. «Creo que se sintió más feliz cuando llegó a Siquem. No le importó comprarla porque adquiría un hogar en la Tierra de Israel. Creo que por eso hizo un altar. Quería incluir a Dios en la celebración».
Abracé a mi hijo, sintiéndome un poco como el padre Jacob; bendecido con una familia en un cálido hogar en tierra santa. No es fácil. Ganarse la vida y formar una familia en Israel puede ser más difícil que en otros lugares. Pero no cabe duda de que me siento bendecido.
