La granada es una de las siete especies agrícolas especiales de la Tierra de Israel (Deuteronomio 8:8).
Siempre ha sido un símbolo de belleza. Su forma única es un elemento de diseño favorito, que aparece en las vestiduras sacerdotales y en los pilares de la entrada del Tabernáculo de Jerusalén, así como en muchas formas de obras de arte hasta nuestros días.
En su corona, la granada tiene una estrella de seis puntas, lo que la convierte en el único lugar donde aparece el Magen David, «estrella de David», en la naturaleza. Las numerosas semillas de la granada tienen un significado simbólico. Según las enseñanzas judías, representan los 613 mandamientos bíblicos de la Torá. En el Año Nuevo judío, los judíos rezan una oración especial sobre esta hermosa fruta: «Que nuestras buenas acciones sean tan numerosas como las semillas de una granada».
Pero hay un significado más profundo tras la granada. El Talmud enseña que incluso un judío que parece vacío de méritos ha cumplido tantos mandamientos como el número de semillas que llenan la granada. Lo que esto significa es que, aunque alguien pueda parecer vacío o bajo por fuera, debemos mirar más allá de su apariencia inicial para ver el bien que contiene en su interior. A veces hace falta un gran esfuerzo y escarbar mucho para encontrar lo bueno dentro de una persona, pero si escarbas lo suficiente tus esfuerzos se verán recompensados. Esta idea se refleja en la propia fruta de la granada. El exterior de la granada no es comestible, y extraer las semillas requiere esfuerzo. Pero una vez que superas la aspereza exterior y te esfuerzas, encontrarás las deliciosas semillas.
El Talmud recoge que incluso las porciones no comestibles de la granada tienen un uso importante. El sacrificio de Pascua debe asarse en una rama de granada, y también existe la opinión entre los Sabios de que la rama que Moisés arrojó al agua para endulzarla era la rama amarga de un granado. La granada simboliza que incluso las personas de las que no esperamos mucho, y que por fuera parecen inadecuadas, pueden servir para un fin elevado.
Tal vez ésta sea otra razón por la que la granada se come en el Año Nuevo judío. En Año Nuevo, Dios juzga a cada persona y determina lo que le deparará el año venidero. Cuando nos presentamos ante Dios en el juicio, le pedimos que mire más allá de nuestras insuficiencias, hacia lo bueno que hay en nosotros, y que nos juzgue, no basándose en nuestros pecados y en las oportunidades perdidas, sino en lo bueno que hemos hecho y en las personas en las que tenemos potencial para convertirnos.