¿Quién eres tú? Esta pregunta parece engañosamente sencilla, y se responde con un rápido vistazo a tu carné de conducir. Pero es, de hecho, una pregunta profundamente compleja, que nos pasamos toda la vida respondiendo y volviendo a responder. La identidad de una persona es la suma total de todas sus experiencias plasmadas en un conglomerado físico y espiritual de nuestros padres.
Pero el matrimonio cambia totalmente esta ecuación. Una pareja entra en el palio matrimonial como dos individuos y sale como dos mitades de una entidad. Cuando nos casamos, unimos nuestros destinos; nos convertimos en dos mitades de un todo. Para bien o para mal.
La Biblia está repleta de ejemplos de parejas justas, de hombres y mujeres santos que se complementaban a la perfección.
Pero el lado más oscuro de la unidad matrimonial nunca es tan evidente como en la historia de Coré y los 250 hombres que se le unieron en la rebelión contra Moisés y Aarón. Después de que se dictara sentencia contra estos rebeldes, el pueblo de Israel se separó de las tiendas de los rebeldes, dejando a los malvados hombres de pie a la entrada de sus tiendas, junto con sus esposas. Las esposas de Coré y sus seguidores cargaron con parte de su culpa.
¿Qué papel desempeñaron las mujeres en el drama de la rebelión de Coré? En esta historia, descubriremos el impresionante poder que nuestras esposas tienen sobre nosotros. Pueden destruirnos y, literalmente, salvarnos la vida.
Aunque en la Torá no se nombra a la esposa de Coré, los sabios la describen como una mujer que envidiaba los puestos de liderazgo de Moisés y Aarón. Coré, primo hermano de Moisés y también de la tribu de Leví, era un erudito y un alumno de Moisés. Su mujer tenía mucho de lo que alegrarse, pero no era suficiente. Ella creía que su marido merecía un papel de liderazgo mucho más destacado, y que el de Moisés se interponía en su avance. Día y noche, soltaba este veneno en los oídos de su marido. «Un gran hombre como tú debería dirigir nuestra nación».
Poco a poco, fue abriendo una brecha entre su marido y Moisés. Acusó a Moisés de nepotismo, por nombrar a su hermano Aarón y a los hijos de éste sacerdotes encargados del servicio del Templo. Aunque su marido, como levita, también tenía un papel en el servicio del Templo, no era suficiente para ella. «Mira los papeles que tienen Moisés y Aarón, y mira dónde estás tú», le dijo a su marido. «¡Avanza ya en la vida!»
En contraste, los sabios hablan de la esposa de otro miembro de la rebelión: On hijo de Pelet. On figura al principio del capítulo como uno de los que se rebelaron contra Moisés y Aarón junto con Coré, Datán y Abiram. Pero al final del capítulo, cuando se impone el castigo, no se menciona a On.
Los sabios explican la discrepancia de un modo fascinante. Después de que Coré declarara la rebelión, On se unió a ella. Pero cuando volvió a casa aquella noche y le contó a su mujer su plan de unirse a la rebelión, ella se quedó horrorizada. Le convenció de que la rebelión no le beneficiaría. Él aceptó, pero le explicó que ya había prometido su apoyo a Coré; ¡no podía echarse atrás ahora! El mismo On ya se había visto arrastrado a la disputa protagonizada por Coré y ya no era capaz de juzgar la situación con claridad, con discernimiento. Pero su mujer comprendió que estaba implicado en algo desastroso, y utilizó su sabiduría para salvarle a él y a su familia.
Para salvar a su marido, la mujer de On preparó una bebida fuerte para dormirle. Por la mañana, mientras On dormía profundamente, reunió a sus hijas y se sentaron juntas delante de su tienda con el pelo descubierto. Cuando On no acudió a la rebelión, Coré envió mensajeros para convocarle. Pero ni siquiera los malvados rebeldes se atrevían a contemplar el cabello descubierto de una mujer.
Cuando a Coré y a su multitud se los tragó la tierra, On estaba en casa en la cama, salvado por su mujer. On estaba demasiado avergonzado para pedir perdón a Moisés, pero su mujer fue como su emisaria. Moisés perdonó a On, pero éste pasó el resto de sus días arrepentido de su pecado y agradecido a la esposa que le había salvado.
Normalmente, cuando la gente habla del asunto de Coré, habla de las grandes cosas: la disputa, la paz, la envidia y la fe. Pero entre líneas, descubrimos que lo que ejerce la mayor influencia sobre nosotros en la vida son las cosas pequeñas: los mensajes que nos transmiten nuestras parejas en las conversaciones cotidianas, el ambiente en casa y hacia dónde nos dirige, y las cosas que decimos después de un día de trabajo, cuando la puerta de casa está cerrada, como parte de la pequeña charla en el salón y en la cocina.
Nuestros matrimonios son la relación más importante de nuestras vidas. Nunca debemos darlas por sentadas. La relación con nuestro cónyuge puede acercarnos a Dios o llevarnos a la rebelión. ¡Debemos invertir en nuestro matrimonio con santidad! Estudia la Biblia con tu cónyuge, rezad juntos e introducid la santidad en vuestro hogar, ¡y juntos conseguiréis más de lo que jamás podríais imaginar!