Cuando me fui a la universidad y empecé a salir en serio, con cada chica que conocía oía esa voz en el fondo de mi mente que había estado puesta ahí desde mi bar mitzvah: asegúrate de que es judía. Esto limitó seriamente mis opciones, pero aumentó enormemente mis posibilidades de conocer a alguien con quien congeniara. Hace poco hablé de esto con mi sobrino y me sorprendió saber que este axioma ahora está prohibido para los jóvenes judíos.
«Eso es racista», dijo.
«Cierto», dije. «Pero un matrimonio de éxito se basa en valores comunes. Sobre todo los grandes valores».
«Pero eso no tiene nada de romántico», respondió. «El amor no debería basarse en la religión que tengas. Tengo muchos valores vitales y el judaísmo ni siquiera está entre los diez primeros».
Salí de aquella conversación doliéndome por dentro. Poco después empecé a estudiar la parsha semanal y me di cuenta de que hablaba directamente de la conversación que acababa de tener.
El Deuteronomio(23:4-5) prohíbe casarse con un amonita o moabita. Incluso cuando la Torá prohíbe a los judíos casarse con otras naciones, esas restricciones suelen ser limitadas. Por ejemplo, si un egipcio se convierte al judaísmo, sus descendientes pueden empezar a casarse después de tres generaciones. E incluso los amalecitas son aceptados en la nación judía si aceptan al Dios judío y se convierten. Sin embargo, no un moabita. ¡Ni siquiera después de muchas generaciones! ¿Por qué?
Moab tuvo unos orígenes poco auspiciosos, pues descendía de la unión incestuosa de Lot y su hija. Peor aún, los moabitas actuaron con promiscuidad y sedujeron a los hombres israelitas en el desierto(Números 25:1) con el fin de atraerlos a la idolatría. Además, la nación de Moab mostró falta de hospitalidad y amabilidad hacia el pueblo judío en el desierto cuando no les recibieron con pan y agua en el viaje de los israelitas fuera de Egipto(Deuteronomio 23:5).
Pero, ¿son estas razones suficientes para prohibirlas para siempre?
Cuando su tío Abraham le dio a elegir dónde establecerse, Lot eligió establecerse en la fértil, pero malvada, zona de Sodoma. El pueblo de Sodoma era la antítesis moral de Abraham, que había criado a Lot hasta entonces. Abraham abría su tienda a los huéspedes, mientras que el pueblo de Sodoma era abiertamente hostil a los extranjeros. La promiscuidad sexual y las perversiones de Sodoma eran lo opuesto a los valores de Abraham y a la forma en que se comportaba.
Los descendientes de Lot se convirtieron en los herederos espirituales de Sodoma. Actuaban con promiscuidad y carecían del atributo de bondad de Abraham. Cuando la Torá prohibió a los israelitas casarse con moabitas, estaba rechazando la posibilidad de que los descendientes espirituales de Sodoma pudieran fusionarse con Israel. El defecto de Moab era un defecto de carácter, arraigado en su ADN nacional, y totalmente incompatible con el pueblo judío y la Tierra de Israel.
Ésta es la diferencia entre Moab y Amalec. Los defectos de Amalec se encontraban en el ámbito de la perspectiva y las creencias. Aunque su sistema de creencias contradecía la Torá y pretendían destruir al pueblo judío, las creencias pueden cambiar y un amalecita que demuestre que ha rechazado sus creencias anteriores y abrace los valores judíos es bienvenido. En cambio, el problema de Moab es de carácter. Sus rasgos de carácter negativos estaban arraigados en la constitución de la nación. Esto es mucho más difícil de desarraigar, y la Torá prohíbe permitir que tales rasgos se infiltren en el tejido del pueblo judío.
En ninguna parte se ilustra tan gráficamente el contraste entre Abraham y Moab como en la historia de Rut. Moab, tierra de exuberante agricultura, atrajo a Elimelec, que huía de la hambruna en Israel y, según los sabios, eludía su responsabilidad de mantener a los pobres. Por tanto, era apropiado que, puesto que huía por egoísmo, eligiera huir a Moab, donde encajaría. Tras morir él y sus hijos, Noemí huyó. Como viuda, era incapaz de mantenerse en una nación donde la caridad con el extranjero era pecado, como lo había sido en Sodoma en tiempos de Lot.
Mientras que Moab engendraba egoísmo y tacañería, en la Tierra de Israel, la tierra dada por Dios a Abraham y a sus descendientes, la noción de caridad está incorporada en el tejido mismo de la tierra. Por ejemplo, parte de los productos agrícolas de la tierra deben dejarse en los campos para los pobres. Además, la propia tierra no puede tolerar la inmoralidad(Levítico 18:28). Los profetas nos recuerdan una y otra vez que el comportamiento corrupto hace que el pueblo judío sea desterrado de su tierra.
La Tierra de Israel es parte integrante de la nación judía. En el exilio, el mestizaje, incluso con Moab, parece una opción. Pero para regresar del exilio y permanecer en la Tierra de Israel, los judíos deben permanecer fieles a su tierra, a su identidad y a sus valores. Esto exige distanciarse de mezclarse con naciones que son totalmente incompatibles con ellos y con su tierra.
Israel fue la tierra elegida como herencia para los descendientes de Abraham, el paradigma de la bondad. Sólo en la Tierra de Israel puede el pueblo judío alcanzar su pleno potencial, ocupando su lugar como la luz guía sin diluir de la verdad y la bondad.