La historia bíblica del reencuentro de Jacob y Esaú, que se encuentra en Génesis 32-33, ha sido objeto de amplios comentarios e interpretaciones a lo largo de la historia judía. Este artículo explora diversas perspectivas sobre este encuentro crucial, desde las opiniones rabínicas tradicionales hasta las interpretaciones más modernas.
El relato bíblico
La porción de la Torá Vayishlaj describe el regreso de Jacob a Canaán tras años de exilio. Al acercarse, envía mensajeros a su hermano Esaú, dirigiéndose a él como «mi señor» y refiriéndose a sí mismo como «tu siervo». Este lenguaje deferente refleja el temor de Jacob a la posible ira de Esaú por hechos pasados.
Cuando los hermanos por fin se encuentran, la Biblia describe una escena emotiva:
Interpretaciones tradicionales
Esaú como Roma y la Iglesia
En muchos comentarios judíos, sobre todo medievales, se considera que Esaú representa a Roma y, más tarde, a la Iglesia cristiana. Esta interpretación se deriva de las experiencias históricas de los judíos que vivieron bajo el dominio romano y cristiano, a menudo marcadas por la persecución y el conflicto.
Comentario de Rashi (siglo XI)
Rashi, que vivía en la época de las Cruzadas, interpreta la reunión con cautela. Sugiere que Esaú acudió inicialmente con intenciones hostiles, pero el comportamiento sumiso de Jacob despertó la misericordia de Esaú. Rashi cita incluso una tradición según la cual Esaú intentó morder el cuello de Jacob, que milagrosamente se convirtió en mármol.
Perspectiva del Rambán (siglo XIII)
Najmánides (Rambán) ve las acciones de Jacob como proféticas de las futuras relaciones judeo-cristianas. Interpreta la división del campamento de Jacob como un presagio de que, aunque el pueblo judío podría sufrir en algunos lugares, encontraría refugio en otros. Rambán subraya que, a pesar de las dificultades, el pueblo judío acabaría sobreviviendo y prosperando.
Un cambio hacia la reconciliación
Naftali Zvi Berlin (siglo XIX)
Con el rabino Naftali Zvi Berlin surge una interpretación más esperanzadora. Se centra en el llanto mutuo de los hermanos, sugiriendo que no sólo cambiaron las emociones de Esaú, sino también las de Jacob. Berlin ve en ello un modelo potencial para la futura reconciliación entre judíos y cristianos.
Berlín escribe:
«En el futuro, cuando los hijos de Esaú despierten a un espíritu de pureza y reconozcan a los hijos de Israel por lo que realmente son, entonces nosotros también despertaremos para reconocer a Esaú como nuestro hermano».
Implicaciones modernas
Este viaje a través de la interpretación judía refleja la relación cambiante entre el judaísmo y el cristianismo a lo largo del tiempo. Del miedo y la sospecha arraigados en la persecución histórica, se ha pasado gradualmente a la posibilidad de comprensión y respeto mutuos.
La historia del reencuentro de Jacob y Esaú, con sus complejas emociones y desenlaces, sigue siendo una poderosa metáfora de las relaciones interreligiosas. Nos recuerda que, incluso tras largos periodos de distanciamiento y conflicto, la reconciliación y el amor fraternal siguen siendo posibles.
Mientras seguimos navegando por las relaciones interconfesionales en el mundo moderno, las interpretaciones en evolución de esta antigua historia ofrecen tanto la cautela de la experiencia histórica como la esperanza de un futuro de reconocimiento y respeto mutuos.