Con el Éxodo, Dios empezó a manifestar su promesa de alianza a los patriarcas. Desde el principio, Dios dijo a Abraham que sus descendientes serían «extranjeros en una tierra que no es la suya, y serán esclavizados y oprimidos durante cuatrocientos años»(Génesis 15:13). Pero Dios aseguró que ejecutaría el juicio contra sus opresores, liberaría a los Hijos de Israel, los sacaría con grandes riquezas y los conduciría a la Tierra Prometida.
En Levítico(26:9), Dios promete mantener la alianza que hizo con los Hijos de Israel:
Esta promesa sigue a una lista de bendiciones que Dios concederá a los Hijos de Israel si deciden guardar Sus mandamientos y seguir Sus leyes.
Rashi, sin embargo, explica que el pacto al que aquí se hace referencia no era el mismo que el pacto que Dios había hecho anteriormente. Se trata más bien de un nuevo pacto:
Los comentarios señalan que este nuevo pacto, a diferencia del pacto que Dios había hecho con los patriarcas, incluye la Torá, que concede a los judíos la tierra de Israel y una estrecha relación con Dios en mérito a su seguimiento de los mandamientos. En cierto sentido, este pacto estaba implícito en el pacto patriarcal original, que sólo podría manifestarse con sus descendientes, y sólo después de que tomaran posesión de la tierra. Sin la nación y sin la tierra de Israel, no podía haber pacto. Sin embargo, la Torá no había sido entregada a los patriarcas.
Rashi cita el versículo de Jeremías como base de su interpretación:
La Biblia de Israel explica el contexto profético de la declaración de Jeremías:
Los Hijos de Israel fueron infieles a Hashem y fueron exiliados dos veces de su tierra. A lo largo de los siglos, han sufrido opresión y persecución. Sin embargo, Dios promete que mientras los cuerpos celestes del cielo sigan funcionando según las leyes de la naturaleza divinamente ordenadas, Israel seguirá siendo Su pueblo elegido(versículos 34-35). Este versículo confirma que Dios no ha abandonado ni sustituido a Su pueblo; la Nación de Israel nunca será desechada por Hashem.
Anteriormente, Jeremías describe a los judíos rompiendo el pacto:
La ruptura del pacto podría malinterpretarse como que los judíos ya no formaban parte de un pacto con Dios. Por ello, Jeremías señala que, aunque rompieron el pacto anterior, Dios establecerá un nuevo pacto con el pueblo que no romperán. Sin embargo, desde la perspectiva de Dios, Su pacto con Su pueblo nunca se rompió.
De hecho, el quebrantamiento de los mandamientos de la Torá por parte de los judíos fue anticipado por Dios, como se predijo en la Torá. Y aunque se promete el exilio como castigo divino, Dios asegura a los judíos que la alianza es eterna (como lo es Su amor por Su pueblo), y que les devolverá a la tierra para manifestar la alianza(Levítico 26:14-45). En ese sentido, el exilio, por doloroso que fuera, fue una afirmación de la alianza. Del mismo modo que Dios «prometió» esclavizar a los descendientes de Abraham en Egipto, prometió a los Hijos de Israel que sus descendientes serían castigados y desterrados. Pero también prometió a Abraham que recordaría el pacto y redimiría a sus hijos, lo que cumplió con el Éxodo de Egipto. Así también, Dios devolverá a los descendientes de sus descendientes a su tierra, como prometió.
El milagroso retorno de los judíos a Israel tras 2.000 años de exilio, sin precedentes en la historia de la humanidad, es una prueba innegable de que este pacto está realmente intacto y es eterno. La tierra, que se negó a dar su fruto bendito a cualquier otra nación que no formara parte del pacto, y permaneció desolada durante todo este tiempo, está floreciendo. El desierto florece. Todo esto ilustra la íntima relación que Dios mantiene con Su pueblo y el hecho de que permanece fiel a Su palabra. Y fiel al pacto del Levítico, el pueblo está regresando de los confines de la Tierra.
