Me encanta vivir en Israel y no tengo ningún deseo de viajar al extranjero. Para mí, estudiar la geografía de Israel y viajar por el país es una experiencia religiosa.
Permíteme que te lo explique.
Mi primera visita a Israel fue en 1978, cuando tenía 17 años. Mi grupo juvenil organizó una excursión y, como todo era nuevo para mí, disfrutaba con todo lo que veía. Pero como era adolescente, también era cínica y no me dejaba impresionar. En el manantial de Ein Gedi, caminamos hasta una pintoresca meseta con vistas a una pequeña piscina enclavada en la árida zona adyacente al Mar Muerto. Apenas estaba prestando atención a la guía turística cuando dijo algo que captó mi interés.
«En esta meseta acampó David», dijo.
La detuve en mitad de la clase. «¿Qué quieres decir?»
«Ésta es la única meseta que se ajusta a esa descripción bíblica», explicó pacientemente.
«Pero…» Me esforcé por comprender lo que acababa de decir. «Cuando dices ‘David’, ¿te refieres al pastor que mató a Goliat y se convirtió en rey?».
«Pues aquí es donde se enfrentó al rey Saúl», dijo. «Mató a Goliat en el valle de Elah, no lejos de Jerusalén».
«Creía que sólo eran bonitas historias», dije. Miré a la guía turística. Estaba claro que no era religiosa y parecía cuerda a primera vista.
«Son historias increíbles», dijo. «Pero la tierra de Israel es real y da testimonio de que las historias son, al menos en parte, ciertas».
Esta experiencia religiosa es ciertamente cierta en los lugares bíblicos, pero también lo es en lugares del Israel moderno que, a primera vista, no parecen tener ninguna relevancia bíblica. Un ejemplo de ello aparece en el Salmo 21(La Biblia de Israel pp. 1494-1495).
David se vio acosado por dificultades, pero en el Salmo 21 reconoce que Dios concede favor a sus elegidos, los reyes de Israel. Este Salmo se suele musicar para funciones reales por su referencia a una corona:
Este salmo alaba al rey de Israel y ruega que venza a los enemigos de Israel. Dios coloca sobre su cabeza una corona de oro, denominada en este versículoateret paz, como símbolo de Su protección y providencia.
El primer rey de Israel, Saúl, procedía de la tribu de Benjamín. El profeta Samuel le ungió en las colinas de Efraín y la nación se unió tras él y le coronó rey.
Aunque Dios había prometido que los reyes procederían de Judá(Génesis 49:10, La Biblia de Israel p. 128), la tribu de Benjamín tuvo el honor de producir al primer rey de Israel, el rey Saúl. Por tanto, es apropiado que cuando un grupo de colonos llegó a la cima de una colina a 45 kilómetros al noroeste de Jerusalén, en la región de Benjamín, en 1981, llamaran a su nueva comunidad «Ataret» (palabra que significa corona en el versículo anterior). Ateret es ahora el hogar de unas 100 familias.
De un modo que los reyes bíblicos encontrarían muy apropiado, la ciudad acoge el instituto Kinor David (el arpa de David), un instituto para chicos que combina el estudio de la Torá con el de la música.