El Holocausto es uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad, cuando el silencio del mundo permitió que persistiera el genocidio de millones de personas. Tras los horrores de la Segunda Guerra Mundial, la frase «Nunca más» se convirtió en un grito de guerra mundial, un compromiso para no repetir los errores del pasado. La pregunta es: ¿Hemos aprendido de la historia? ¿Volverá el mundo a permanecer en silencio cuando el mal asome su horrible cabeza? ¿Nuestros amigos cristianos nos apoyarán cuando nuestros enemigos intenten de nuevo librar al mundo de los judíos?
«El silencio ante el mal es en sí mismo el mal: Dios no nos declarará inocentes. No hablar es hablar. No actuar es actuar». Estas palabras se atribuyen a Dietrich Bonhoeffer (febrero de 1906 – 9 de abril de 1945), pastor luterano alemán, teólogo y disidente antinazi. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer adquirió renombre por su inquebrantable resistencia al régimen nazi, expresando su firme oposición al programa de eutanasia de Adolf Hitler y a la persecución genocida de los judíos.
Las palabras de Bonhoeffer son tan pertinentes ahora, tras el atroz ataque cometido por Hamás contra Israel el 7 de octubre, como lo fueron siempre. Las atrocidades cometidas por Hamás han conmocionado al mundo. Ha sido el peor ataque contra los judíos desde el Holocausto. ¿Permanecerá de nuevo el mundo en silencio ante esta maldad? ¿Será cómplice de las atrocidades cometidas contra los judíos al no condenarlas y pronunciarse contra Hamás?
En la tradición judía hay numerosas enseñanzas que subrayan la importancia de denunciar la injusticia y el mal. La Biblia está repleta de versículos que llaman a la búsqueda de la justicia y a la protección de los inocentes. El hecho de que tengamos la obligación moral de denunciar las fechorías está profundamente arraigado en nuestra herencia religiosa.
El Levítico(19:16), por ejemplo, prohíbe quedarse de brazos cruzados mientras se derrama la sangre de alguien. Es una llamada directa a la acción, que subraya que el silencio no es una opción cuando otros sufren. Este mandamiento subraya el deber que tenemos de intervenir cuando presenciamos que se inflige daño a otros. Subraya que no podemos ser meros espectadores, sino que debemos actuar contra la injusticia que tiene lugar ante nuestros ojos.
Los sabios judíos también han expresado la importancia de alzar la voz contra el mal. En el Tractate Shabbat 54b, por ejemplo, se afirma: «Todo aquel que pueda protestar contra algo malo que se esté haciendo en el mundo y no lo haga, será considerado responsable de ello». Esta profunda afirmación subraya que el silencio no es una postura neutral, como dijo Bonhoeffer; es una forma de aquiescencia. La inacción ante el mal es, en sí misma, el mal.
A la luz de estas enseñanzas y de los horrores infligidos a civiles israelíes inocentes por Hamás, queda claro que el silencio en estos momentos no es una opción. La pérdida de vidas inocentes y el sufrimiento padecido por el pueblo israelí exigen nuestra condena vocal y nuestros esfuerzos activos para que se haga justicia. El hecho de que todavía haya más de 200 hombres, mujeres, niños y ancianos inocentes secuestrados exige que hablemos y exijamos su regreso. Permanecer en silencio es avalar la violencia, el terror y el sufrimiento que soportan las víctimas. Permanecer en silencio al margen es ser cómplice de la injusticia.
En la porción de la Torá de esta semana, Lej Lecha, Dios le dice a Abraham: «Bendeciré a quien te bendiga y maldeciré a quien te maldiga»(Génesis 12:3). Quienes ofrezcan sus bendiciones a Israel recibirán a su vez bendiciones, mientras que quienes decidan maldecir a Israel serán, a su vez, maldecidos. Ahora es el momento de defender a Israel. Si permanecéis en silencio en este momento, os estaréis colocando entre los que la maldicen.
Prestemos atención a la sabiduría de nuestra tradición y alcemos nuestras voces contra la oscuridad. Bendigamos a Israel con nuestras palabras y nuestros actos, y demostremos nuestro compromiso con la justicia, la compasión y la santidad de la vida humana. Que Dios bendiga a Israel y a todos los que la apoyan.