Al principio de la porción de la Torá sobre Yitro(Éxodo 18:1-20:22), leemos sobre la visita de Jetro a Moisés en el desierto, antes de la entrega de la Torá en el monte Sinaí. Conmovido por las noticias de los notables milagros que Dios había realizado en favor de los israelitas, incluida la división del mar y la victoria sobre Amalec, Jetro decidió ver a su yerno. Llevó consigo a Séfora, la mujer de Moisés, y a sus dos hijos, con la intención de reunir a la familia.
Cuando Jetro llegó al desierto, observó que Moisés trabajaba de la mañana a la noche, juzgando y aconsejando a los israelitas. Al ver que esta carga de trabajo era excesiva para una sola persona, Jetro sugirió establecer un sistema organizado de tribunales. ¿En qué se basaba Moisés para emitir juicios antes de que se recibiera formalmente la Torá?
El rabino Yehuda Amital responde a esta pregunta refiriéndose a los comentarios de Najmánides sobre el incidente de Marah, donde los israelitas sólo encontraron agua amarga. Allí, la Escritura afirma: «Allí les hizo una regla fija, y allí los puso a prueba»(Éxodo 15:25). Najmánides explica que Moisés les enseñó principios básicos de moralidad, como respetarse unos a otros, escuchar la sabiduría de los ancianos y tratar a los extraños con amabilidad. En esencia, Moisés estaba estableciendo normas fundamentales de ética.
Fueron estos principios éticos básicos los que Moisés utilizó para emitir juicios. El rabino Amital sugiere que, al situar la historia de Jetro y una descripción del sistema judicial antes de la revelación en el Sinaí, la Torá subraya que el comportamiento ético y el sentido de la moralidad existen incluso antes de los mandamientos formales, e independientemente de ellos. Demuestra que los conceptos de justicia y conducta recta no se limitan a los mandamientos de la Torá, sino que forman parte de una comprensión moral universal innata a todos los seres humanos. También nos enseña que comportarse con ética y moralidad precede a los mandamientos formales de la Torá. Ante todo, debes asegurarte de que eres una buena persona y una persona moral. Esta idea se refleja en múltiples lugares de los profetas (véase, por ejemplo, Isaías 1).
Aunque los mandamientos formales dados por Dios son de vital importancia, no lo son todo. El rabino Amital advierte contra el cumplimiento estricto de los mandamientos a expensas de ser una buena persona. La ubicación de la historia de Jetro nos recuerda que no debemos dejar que los aspectos técnicos de las leyes eclipsen los valores fundamentales de la bondad humana y el sentido moral. Las partes estructuradas y rituales de nuestra fe son cruciales, pero deben funcionar en armonía con un esfuerzo continuo por desarrollar la conciencia moral y la compasión, garantizando que no se pasen por alto la bondad y la moralidad.
Situar el relato de Jetro antes del significativo acontecimiento del Sinaí nos enseña a equilibrar las leyes divinas formales con la comprensión moral. Confirma que la verdadera moralidad procede de combinar las enseñanzas de Dios con un sentido de lo que está bien y lo que está mal. Y demuestra que toda la humanidad comparte un marco de ética y moralidad, incluso aquellos a los que no se les ordena cumplir las 613 leyes de la Torá.
A medida que avanzamos en el viaje espiritual de la vida, la historia de Jethro nos anima a combinar las enseñanzas de nuestra fe con nuestro sentido inherente de la justicia y la bondad, creando una vida que sea a la vez espiritualmente rica y moralmente fundamentada.
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