Coré lo tenía todo: era el hombre más rico del mundo en aquella época, pertenecía a la tribu sacerdotal de Leví y era el patriarca de una familia numerosa y consumada. Y sin embargo, en una de las historias más inquietantes de la Biblia, Coré lidera una rebelión contra Moisés y Aarón, que inevitablemente desemboca en su propia destrucción.
¿Por qué una persona que lo tiene todo intentaría derrocar a su primo Moisés, el líder elegido por Dios de los Hijos de Israel y el hombre más humilde que jamás haya existido?
Coré era arrogante y, en muchos sentidos, todo lo contrario del extraordinariamente humilde Moisés. Pero vayamos un paso más allá. La arrogancia proviene de la inseguridad. Lo sabemos por los matones, ¿verdad? Los matones se sienten mal consigo mismos, así que presionan a los demás para sentirse mejor.
Coré era un matón clásico. A pesar de la riqueza de su vida, carecía de la verdadera fuente de riqueza: la sana confianza en uno mismo que proviene de saber que Dios nos ama. Inseguro del amor de Dios, Coré carecía de confianza en sí mismo, por lo que anhelaba el poder y la fama para llenar el vacío interior. Su abrumadora necesidad de honor le llevó a la locura: ¡a rebelarse contra el líder elegido por Dios!
Coré empezó su rebelión afirmando que Moisés debía compartir la carga del liderazgo con otros, y que él y otros estaban dispuestos a compartirla. En realidad, todo su argumento era mentira; a Coré no le preocupaban las «cargas» que debía soportar Moisés; ¡simplemente quería el poder para él!
Las mentiras de Coré eran un signo de su inseguridad y falta de confianza en sí mismo. No tuvo el valor de decir lo que realmente pensaba: ¡que quería poder y honor para sentirse mejor consigo mismo!
La historia de Coré nos proporciona algunas lecciones difíciles pero de importancia crítica para todos nosotros.
Si nos encontramos celosos de lo que tienen los demás, si estamos enfadados porque no recibimos el honor que creemos merecer, es señal de que necesitamos detenernos, mirar en nuestro interior y preguntarnos por qué nos sentimos así.
Cuando recordemos que Dios nos ama, encontraremos la plenitud interior y no necesitaremos el poder ni el honor de los demás. Pero si olvidamos que Dios nos ama, es probable que busquemos la aprobación y el honor de otras personas, y que arremetamos cuando no recibamos el honor que creemos merecer.
Apreciar el amor de Dios y recordar que Él nos ama es la base de una vida feliz.
Que Dios nos bendiga para que seamos humildes, seguros y agradecidos como Moisés, y para que nos mantengamos lejos de las inseguridades parecidas a las de Coré que amenazan con llevarnos a la oscuridad.