Janucá es una festividad de ocho días que celebra la victoria judía sobre sus opresores sirio-griegos durante el periodo del Segundo Templo y conmemora el milagro del aceite que acompañó a la rededicación del Templo tras la victoria. El milagro se produjo cuando una pequeña cantidad de aceite, suficiente para una sola noche, ardió durante ocho noches seguidas. Como resultado, encendemos velas en cada una de las ocho noches de la fiesta.
Hay una pregunta muy conocida de los comentaristas sobre el encendido de las velas. Encendemos velas y recitamos bendiciones sobre los milagros realizados para nuestros antepasados durante las ocho noches. Sin embargo, el milagro del aceite consistió en que el suministro de un solo día de aceite duró milagrosamente ocho días. Esto sugiere que el elemento milagroso de la combustión sólo se produjo a partir del segundo día. Si eso es cierto, sólo deberíamos celebrarlo durante siete días, ya que la quema del primer día no fue sobrenatural. ¿Por qué lo celebramos durante ocho días? ¿Qué milagro conmemoramos el primer día de la fiesta?
El rabino Jonathan Sacks ofrece una interpretación profunda. El verdadero milagro del primer día no fue que el aceite ardiera más de lo debido, sino el descubrimiento del propio aceite. En medio del caos y la profanación infligidos al Templo por los griegos, los macabeos encontraron un único recipiente de aceite, impoluto y sellado. Este descubrimiento fue, contra todo pronóstico, un faro de pureza en un paisaje de destrucción.
Pero este milagro no tuvo que ver sólo con el hallazgo físico del aceite, sino con la fe inquebrantable de los macabeos. Buscaron en medio de la ruina, aferrándose a la creencia de que algo sagrado había perdurado. Este acto de búsqueda, impulsado por la fe, fue el verdadero milagro de la primera noche: el milagro de la fe misma. Era la fe en que, incluso en las circunstancias más sombrías, queda una chispa de la que podemos volver a encender la llama de la esperanza y la renovación.
Esta lección se extiende mucho más allá de Janucá, tocando el núcleo de la resistencia judía a lo largo de la historia. En tiempos en que la desesperación podría haberse apoderado fácilmente de ellos -la destrucción de los Templos, los horrores de las Cruzadas, la Expulsión Española, los pogromos y el Holocausto-, el pueblo judío no sucumbió a la desesperación. En lugar de ello, como los macabeos, buscaron entre las ruinas y encontraron los medios para reconstruir y reavivar. Encendieron una luz sin parangón en la historia, testimonio del indomable espíritu humano que se niega a dejarse vencer por la tragedia.
En esta reflexión del rabino Sacks, encontramos un poderoso mensaje de esperanza y resistencia. El milagro de Janucá, y de hecho de la historia judía, no está sólo en lo abiertamente sobrenatural, sino en la extraordinaria capacidad de la fe para guiarnos a través de la oscuridad, permitiéndonos encontrar aquello que nos permite empezar de nuevo.
La masacre del 7 de octubre perpetrada por Hamás es un crudo recordatorio de la oscuridad que aún acecha en el mundo. Fue un día en el que nuestro pueblo fue torturado y asesinado y la paz se hizo añicos por los ecos de la violencia. Ante esta tragedia, las palabras del rabino Sacks cobran cada vez más relevancia. Nos recuerdan que, incluso en las profundidades de la desesperación, nuestro espíritu y nuestra fe pueden guiarnos. Nos enseñan que la resiliencia no consiste sólo en soportar el dolor, sino también en encontrar la fuerza para reconstruir y renovar.
Tras esta tragedia, debemos recordar que no nos definen las adversidades a las que nos enfrentamos, sino cómo nos elevamos por encima de ellas. La historia judía es una narración repleta de ejemplos de sufrimiento insondable, pero, sorprendentemente, también es una narración de esperanza y renovación inquebrantables. El pueblo judío, a través de siglos de perseverancia, ha demostrado al mundo que de las profundidades de la oscuridad puede surgir la luz más profunda.
Incluso en medio de las sombras proyectadas por la masacre del 7 de octubre, nuestro espíritu permanece inquebrantable. Sobreviviremos, no sólo como testimonio de nuestra resistencia, sino como faro de esperanza y luz para el mundo. Nuestra resistencia, arraigada en la fe y la unidad, seguirá guiándonos hacia un futuro de paz y armonía. Éste es el milagro de la primera noche de Janucá.