En una de las profecías más memorables y poderosas sobre el renacimiento de la nación de Israel, Dios muestra a Ezequiel una visión de huesos secos. Estos huesos no sólo están muertos, sino que también están secos. En otras palabras, carecen de toda humedad y vitalidad. Se ha perdido toda esperanza de renovación.
Como tenemos la suerte de vivir en una época en la que la nación de Israel ha renacido, es fácil perder la perspectiva respecto a la duración y el alcance del exilio al que fue sometido el pueblo judío. Pero la visión de los huesos secos nos recuerda que las posibilidades de que el pueblo judío regresara a su patria y llegara a ser «más numeroso y próspero que nuestros antepasados»(Deuteronomio 30:4) eran minúsculas hasta lo absurdo.
El comentario sarcástico de Lutero
Me viene a la memoria una cita fascinante de Martín Lutero, que inició y dirigió la Reforma protestante, el movimiento masivo de cristianos que se apartaron de la Iglesia católica a principios del sigloXVI. Después de que Lutero tradujera la Biblia al alemán y los cristianos empezaran a leerla por sí mismos, muchos cristianos empezaron a adoptar prácticas de la ley bíblica de Moisés. Antes de la traducción de Lutero, la mayoría de los cristianos no habían leído la Biblia hebrea. Desconocían en gran medida las historias y las partes legales que habían sido deliberadamente ignoradas y distorsionadas por los dirigentes eclesiásticos.
Con su recién descubierta libertad respecto a las doctrinas de la Iglesia católica, estos cristianos leyeron sobre la alianza de Israel y las leyes de los Cinco Libros de Moisés y quisieron practicarlas. Lutero luchó duramente contra este movimiento, empujando a estos cristianos «judaizantes» a abandonar la práctica de la ley.
En su intento de desalentar esta imitación de la práctica judía entre los cristianos, Lutero escribió extensamente sobre la idea de que la alianza de Dios con los judíos ya no estaba en vigor. Dios había abandonado a los judíos. Nunca serían reconstituidos como nación en su patria. Por tanto, no hay razón para prestar atención al pacto de la ley. En una cita notable, Lutero escribió
«Que vayan a la Tierra y a Jerusalén, construyan el Templo, levanten el sacerdocio, el principado y a Moisés con su Ley para que vuelvan a ser judíos y posean la Tierra. Si eso ocurriera, pronto nos verían pisándoles los talones y también se convertirían en judíos». – (Heiko Augustinus Oberman, Wurzeln des Antisemitismus. Christenangst und Judenplage im Zeitalter von Humanismus und Reformation (Berlín: Severin und Siedler, 2. Auflage 1981), nota 137)
No necesitamos especular sobre si Lutero tenía realmente la intención de hacerse judío si el pueblo judío hubiera regresado a su tierra en su época. Y ésa es exactamente la cuestión. Desde la perspectiva de Lutero a principiosdel siglo XVI, el retorno de los judíos a la tierra de Israel y su renacimiento como nación era absurdo hasta el punto de ser imposible.
Lutero tenía sentido en aquel momento
Antes de sacudir la cabeza con desdén ante Lutero por pensar así, debemos recordar que Martín Lutero era una persona de intensa fe bíblica. No se trataba de un ateo hiperracionalista. Debemos admitir humildemente que cualquier persona viva en el siglo XVI habría observado el estado del pueblo judío y habría llegado a la misma conclusión. Al fin y al cabo, en aquel momento los judíos llevaban más de 1500 años dispersos por los confines de la tierra, impotentes y empobrecidos. No había motivo para creer que la doctrina cristiana que afirmaba que Dios ya no consideraba a los judíos Su pueblo elegido fuera incorrecta.
A todos los efectos, la esperanza del renacimiento del pueblo judío como nación en su tierra estaba muerta. Era obvio que nunca iba a suceder.
Huesos secos = imposibles de revivir
Éste es el sentido de la profecía de Ezequiel.
Conviene señalar que la profecía de los «huesos secos» de este capítulo de Ezequiel comienza cuando Dios lleva a Ezequiel a un valle lleno de huesos. Observa que Dios no le dijo a Ezequiel que desenterrara huesos de una tumba. Estaban a la intemperie en el valle.
En otras palabras, la «muerte» de las esperanzas de la nación de Israel no era un asunto oculto. Estaba a la vista de todos. Cualquiera que hubiera vivido durante la mayor parte de los últimos 2000 años habría afirmado, al igual que Martín Lutero, que el resurgimiento de la nación de Israel era sencillamente imposible y que nunca se produciría.
Teniendo esto en cuenta, el hecho de que los judíos nunca perdieran la fe, sino que se aferraran obstinadamente a las promesas de Dios, creyendo todo el tiempo que finalmente Él les conduciría de vuelta a su patria, es asombroso. Si nos tomamos un momento para pensarlo, la fe de los judíos en que un día volverían a resurgir como nación es quizá el mayor milagro de todos.
La «imposibilidad» del renacimiento de la nación de Israel tras tantos siglos de exilio y dispersión hace que nos maravillemos ante la fe de los judíos. Su confianza en las promesas de Dios es un mensaje para todos nosotros. ¿Hay todavía promesas de Dios en la Biblia que pensamos que son imposibles y que nunca se cumplirán?
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