La experiencia del monte Sinaí fue una revelación sin precedentes de la gloria de Dios que superó los límites de la percepción humana. Esto se refleja en las descripciones ofrecidas por los sabios. Cuando llegó el momento de que el pueblo se acercara a la montaña, la Torá lo describe así:
En este versículo, el término hebreo para «pie de la montaña» es b’tachtit ha’har (בְּתַחְתִּית הָהָר). El significado literal de esta frase, «bajo la montaña», inspiró unMidrash que relata que la montaña fue arrancada de su lugar y sostenida sobre los judíos como un enorme tonel, de modo que éstos se encontraban bajo la propia montaña.
Con la montaña cerniéndose sobre sus cabezas, Dios ofreció a los judíos un ultimátum: «Si aceptáis la Torá, excelente, y si no, este lugar será vuestro lugar de enterramiento.»
Por esta razón, la revelación en el Sinaí se describe como «la entrega de la Torá» y no como la «aceptación de la Torá», ya que se recibió mediante coacción sin el acuerdo expreso de los judíos de recibirla. Por esta razón, los judíos no se consideran libres de aceptar o rechazar ninguna de las mitzvot (mandamientos). En este sentido, los judíos son como ángeles que sirven a Dios de forma inquebrantable. Esto se ve reforzado por la recitación dos veces al día de la oración del Shemá , aceptando el yugo del cielo. Dios liberó a los judíos de la esclavitud bajo los egipcios, pero no nos liberó a nosotros. La propiedad de los judíos pasó a Dios y le servimos por completo. Ningún mortal puede intervenir ni gobernar sobre el pueblo elegido de Dios.
El encuentro en el Sinaí caracteriza nuestra relación con Di-s, que no está limitada por la razón. No depende de que la comprendamos, ni siquiera de que seamos conscientes de su existencia. Trasciende nuestro yo consciente, residiendo en el núcleo mismo de nuestras almas.
Los sabios señalan que esta versión del suceso es problemática, pues todo acuerdo contractual debe ser consensuado y no coercitivo. Esta dificultad se resuelve señalando que, en tiempos de Ester y Mardoqueo, los judíos aceptaban activamente la Torá, como se da a entender en el versículo:
Es importante señalar que el nombre de Dios no aparece en el Libro de Ester. No hay salvación milagrosa como en el Éxodo de Egipto. La historia de Purim trata por completo de las acciones del pueblo judío como nación unida contra el mal. Los judíos de Susa carecían de la milagrosa intervención divina tan evidente en el Sinaí, pero sus acciones fueron una manifestación de nuestra aceptación de Dios y de Su Torá como nación.
Pero esta coacción en el Sinaí no sólo afectó a los judíos. El Talmud señala la excepcional heh (ה), que indica la especificidad de un artículo definido, en el versículo del Génesis que describe la creación en el sexto día:
Esta especificidad no aparece respecto a ninguno de los otros días. El Talmud lo explica:
Esto enseña que el Santo, Bendito Sea, estableció una condición en el momento de la Creación, diciendo a toda Su Creación: Si Israel acepta la Torá el sexto día de Siván (Shavuot, fiesta en la que se entregó la Torá en el Sinaí), seguiréis existiendo; y si no la acepta, os devolveré al estado primordial de caos y desorden. Por eso, la Tierra tuvo miedo hasta que la Torá fue entregada a Israel, para que no volviera al estado de caos. Una vez que el pueblo judío aceptó la Torá, la tierra se calmó.
Este Midrash enseña que la aceptación de la Torá por los judíos en el Sinaí tuvo implicaciones para todo el mundo. En el futuro, sin embargo, habrá una aceptación universal de la Torá, cuando Dios sea Uno y Su nombre Uno. El profeta Isaías insinúa que este acontecimiento será un eco de la experiencia del Sinaí: