El primer día de 9º curso en nuestra escuela diurna judía, el director abrió la asamblea de bienvenida con un pasaje de Deuteronomio 22:8:
Explicó que este mandamiento no sólo consistía en construir una valla, sino que era una metáfora de los límites que debemos fijarnos en el instituto, para asegurarnos de que no caemos en malos hábitos, descuidamos nuestras responsabilidades o desdibujamos los límites en nuestras relaciones.
Este mandamiento, que exige una valla en el tejado, parece sencillo a primera vista: una medida de seguridad práctica para evitar caídas. Sin embargo, como muchas enseñanzas bíblicas, encierra un significado más profundo que trasciende su interpretación literal. La Torá emplea a menudo el simbolismo, y esta instrucción concreta sobre la construcción de una valla alrededor del tejado habla de una lección más amplia sobre la importancia de establecer límites en nuestras vidas.
El mandamiento de construir un parapeto en un tejado no es una mera directriz práctica; es una declaración sobre la responsabilidad humana. En el antiguo Israel, los tejados planos se utilizaban a menudo como espacios habitables adicionales. Un tejado sin valla suponía un peligro para cualquiera que accidentalmente se acercara demasiado al borde. Esta enseñanza nos recuerda que somos responsables no sólo de nuestros actos, sino también del entorno que creamos para los demás.
Este principio va más allá de la seguridad física y se extiende a la integridad emocional y moral. En la vida, los límites nos ayudan a proteger no sólo nuestro propio bienestar, sino también el de quienes nos rodean. Al establecer expectativas claras en nuestras relaciones personales o profesionales, ayudamos a evitar malentendidos y conflictos. Cuando establecemos límites a nuestro tiempo o energía, evitamos el agotamiento y mantenemos nuestra capacidad de apoyar a quienes nos importan.
Aunque la Torá se centra a menudo en los valores comunitarios y la responsabilidad colectiva, sus enseñanzas también fomentan el crecimiento individual y la autoconciencia. Establecer límites es una forma de cultivar esta autoconciencia. Una valla en el tejado no es sólo una estructura física; representa las líneas invisibles que trazamos para definir nuestros límites, necesidades y valores.
El principio que subyace al mandamiento sugiere que una valla se construye no porque el daño sea seguro, sino porque es posible. Reconoce la falibilidad humana y la posibilidad de accidentes. Del mismo modo, cuando establecemos límites personales, reconocemos nuestras vulnerabilidades y nos preparamos para evitar las trampas antes de que ocurran.
Otro ejemplo significativo de límite en la Torá es el Sabbat. El cuarto mandamiento ordena: «Acuérdate del día de reposo y santifícalo».
Este mandamiento establece un límite sagrado en el tiempo, separando la semana laboral de un día de descanso y reflexión.
El límite del Sabbat, como la valla del tejado, sirve de protección, no contra las caídas físicas, sino contra las posibles trampas del trabajo constante y el materialismo. Al reservar este tiempo, se crea un espacio para la familia, la comunidad y la conexión espiritual. Esta observancia semanal sirve como recordatorio de que la valía humana no está determinada únicamente por la productividad, sino por nuestra humanidad esencial y nuestra relación con lo divino.
Aunque la idea de los límites pueda parecer restrictiva, en realidad es una expresión de cuidado. Cuando establecemos límites, afirmamos que nuestro bienestar importa y que merecemos protegernos del daño. Este planteamiento se extiende también a los demás.
Construir una valla en un tejado es un acto de consideración hacia quienes ocuparán ese espacio. Reconoce que las personas -incluso aquellas en las que confiamos- pueden cometer errores. Es una medida preventiva que comunica cuidado y previsión. Del mismo modo, cuando establecemos límites en nuestra vida personal, comunicamos respeto por nosotros mismos y por quienes nos rodean.
El mandamiento de la construcción de vallas no trata sólo de las leyes de la construcción, sino de comprender la importancia constructiva de la previsión y la responsabilidad en todos los aspectos de nuestra vida. Establecer límites consiste en crear marcos que nos mantengan a salvo y nos permitan prosperar. Se trata de reconocer nuestras limitaciones y tomar medidas proactivas para evitar daños.
Además, los límites nos ayudan a centrarnos en lo que de verdad importa. Al poner límites, creamos espacio para las cosas que son más importantes para nosotros, ya sean nuestras relaciones, nuestro crecimiento espiritual o nuestro bienestar personal. Nos ayudan a priorizar y a tomar decisiones conscientes sobre cómo empleamos nuestro tiempo, gastamos nuestra energía y creamos entornos saludables para aprender y crecer en nuestras vidas y en nuestra fe.
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