Cuando se habla de las figuras fundacionales de la fe judía, inmediatamente vienen a la mente los nombres de Abraham y Sara. Como primer patriarca y primera matriarca, su inspirador viaje de fe, sacrificio y construcción de la nación sentó las bases de todo lo que estaba por venir. Sin embargo, la historia no acaba ahí. El manto del liderazgo pasó a la siguiente generación -Isaac y Rebeca-, que amplió el legado de sus predecesores de forma extraordinaria. Sus cualidades y contribuciones únicas resultarían esenciales para establecer los cimientos duraderos de la fe y los valores judíos.
¿Qué cualidades hacían a Isaac y Rebeca idóneos para convertirse en el segundo patriarca y la segunda matriarca del pueblo judío? La respuesta está en sus fortalezas complementarias y en su compromiso compartido con el servicio divino.
Rebeca, al igual que Abraham, demostró un compromiso inquebrantable con el camino de la bondad amorosa. Cuando el criado de Abraham llegó al pozo en busca de esposa para Isaac, los actos instintivos de generosidad y hospitalidad de Rebeca demostraron que había interiorizado los mismos valores que definirían su futuro hogar. Como relata la Biblia
Este espíritu desinteresado de hospitalidad era un rasgo distintivo del carácter de Abraham, y Rebeca demostró ser una digna sucesora.
Pero el papel de Rebeca fue más allá de la mera imitación de las buenas acciones del pasado. En palabras del rabino Janoch Waxman, «Rivka (Rebeca) es como Avraham (Abraham) en su carácter de bondad y en su carácter de Lej Lejá, su voluntad de dejarlo todo atrás, imaginar un futuro y ser madre de una nación». Al igual que Abraham, Rebeca estaba dispuesta a desarraigar su vida y embarcarse en un viaje hacia un destino desconocido, todo ello al servicio de un propósito mayor. Cuando le preguntaron si iría con el criado de Abraham para convertirse en esposa de Isaac, su respuesta fue inmediata y decidida: «Iré»(Génesis 24:58). Esta voluntad de dejar atrás a su familia y su hogar para convertirse en la matriarca del pueblo judío habla de una fe y una visión extraordinarias.
¿Y qué hay del papel de Isaac en este drama que se está desarrollando? Mientras Rebeca continuaba el legado de la bondad amorosa de Abraham y el desarraigo de su vida al servicio de un propósito mayor, Isaac añadió el elemento crítico de la completa sumisión a la voluntad de Dios. Su subida voluntaria al altar durante la Atadura de Isaac demostró una confianza inquebrantable en el plan divino, incluso ante lo impensable. Este acto de entrega total se convirtió en la piedra de toque de la espiritualidad judía, encarnando la idea de servir a Dios con todo el ser.
Las contribuciones de Isaac se extendieron más allá de este singular momento de sacrificio. Demostró una fidelidad notable al continuar el trabajo de su padre, volviendo a excavar los pozos que éste había establecido(Génesis 26:18) y manteniendo la paz con sus vecinos mediante la sabiduría diplomática(Génesis 26:26-31). Significativamente, Isaac estableció la práctica de la oración vespertina regular, como está escrito: «Y salió Isaac a meditar al campo hacia el atardecer»(Génesis 24:63).
Además, Isaac representó la primera figura de segunda generación en el linaje patriarcal. Sentó el precedente de seguir los pasos de los padres, conservando y transmitiendo las tradiciones sagradas del pasado al tiempo que las adaptaba a las nuevas circunstancias. De este modo, la vida y el legado de Isaac introdujeron el concepto de mesorah: la transmisión de conocimientos, prácticas y valores de una generación a la siguiente. Esta idea de continuidad y fidelidad al camino ancestral se convertiría en un rasgo definitorio del pueblo judío.
Si bien Abraham y Sara sentaron las bases, las cualidades complementarias de Isaac y Rebeca -la bondad proactiva de ella y su disposición a dejarlo todo, combinadas con la firme devoción de él y su compromiso con la tradición- les hicieron idóneos para reforzar y profundizar estos cimientos. Como primeros líderes de segunda generación, demostraron cómo recibir y transmitir con éxito un legado espiritual. Sus vidas siguen sirviendo de guía a quienes se encargan de preservar y transmitir las tradiciones sagradas, mostrándonos cómo la continuidad fiel y los actos de bondad amorosa siguen siendo los cimientos del liderazgo espiritual.