¿Qué sentirías si tuvieras un amigo enorme justo detrás de ti dondequiera que fueras? Supongamos que tu amigo te siguiera a todas partes, pero no te viera. La única razón por la que sabías que estaba allí era que, cada vez que te veías en un aprieto, se abalanzaba sobre ti para salvarte. A veces podías hablar con él, pero era del tipo fuerte y silencioso que rara vez te contestaba. Sin embargo, sabías que siempre podías contar con él, sobre todo cuando era realmente urgente.
El amable David tenía un amigo así, ¡y tú también puedes!
El rey David sentía claramente que Dios era esa clase de «amigo», como expresó en el Salmo 27:
El rabino Amnon Bazak, de Yeshivat Har Etzion, explicó que el Salmo 27 puede dividirse en tres partes que reflejan tres estados emocionales diferentes: Alegría y confianza plena en Dios; miedo y debilitamiento de esa confianza; y dificultad y crisis cuando nos sentimos totalmente solos frente a nuestros enemigos.
David dice que, pase lo que pase, tiene fe en Dios. Esto se subraya en el versículo 10:
Incluso cuando David se siente abandonado por las únicas personas del mundo que nunca abandonarían a su hijo, su padre y su madre, sabe que Dios sigue estando con él.
Pero hay algo que puede separar al hombre de Dios. Esto se explica en el Talmud (Brajot 4a), basándose en un rasgo inusual que se encuentra en el versículo 13:
El texto hebreo tiene puntos sobre la palabra «si no»(lulei, לוּלֵא). El Talmud explica que los puntos que aparecen sobre la palabra lulei indican la duda e incertidumbre de David sobre su propia piedad y sobre si merecía un lugar en la «tierra de los vivos», es decir, el cielo. El Talmud explica que David no duda de Dios. Cree en Dios y en Su promesa de que permanecerá a su lado. Pero a David le preocupa que pueda pecar y dejar de merecer la Providencia Divina.
Los judíos recitan este salmo dos veces al día durante el mes hebreo de Elul y a lo largo de las Altas Fiestas. Es el momento en que se nos juzga por nuestros actos del año anterior, y es cuando más necesitamos la seguridad de que el amor de Dios por nosotros no vacilará. Este salmo nos da la seguridad de que la teshuva (arrepentimiento) siempre es una opción.
Pero, en verdad, este Salmo, que expresa la conexión inquebrantable entre Dios y el Hombre, es un consuelo en todo momento. Sólo por el versículo final merece la pena tenerlo siempre presente:
En efecto, cuando el mundo que nos rodea parece oscuro y sin esperanza, saber que Dios vela constantemente por nosotros es siempre un consuelo.