Amós profetizó en la misma época que Isaías, Oseas y Miqueas. Cuando el pueblo del Reino del Norte había perdido sus valores sociales fundamentales, Amós les recordó que debían cuidar de los pobres y necesitados, de las mujeres y de los huérfanos, antes del día en que el Señor vendría y les juzgaría por sus iniquidades. Aunque Amós era rico, simpatizaba especialmente con la difícil situación de los campesinos de clase trabajadora que se veían obligados a pagar el tributo íntegro a los funcionarios gobernantes de la capital y al santuario de la ciudad samaritana de Betel, incluso cuando sufrían sequías, plagas y hambrunas. Se veían obligados a contraer cuantiosos préstamos para seguir cultivando, y sus ropas y sus hijos eran tomados como prenda para garantizar sus deudas.