Tras designar a los descendientes de Aarón como los kohanim(sacerdotes) a perpetuidad, la Torá delinea a continuación los defectos físicos específicos que descalificaban, temporal o permanentemente, a los kohanim individuales. Al igual que los animales que se llevaban al altar debían estar libres de manchas, también el kohen, que actuaba como intermediario entre Israel y Dios, debía estar libre de manchas.
Todo kohanim que esté manchado, ciego, cojo, jorobado o enano, que no tenga puente en la nariz, que tenga un miembro más largo que el otro, que tenga una pierna o un brazo roto, cejas anormalmente largas, una membrana en el ojo, un ojo manchado, una erupción cutánea seca, una erupción cutánea húmeda o los testículos aplastados, no podrá servir trayendo sacrificios, ni podrá comer de la ofrenda que normalmente consumen los kohanim.
Un kohen afectado por una de estas imperfecciones sería considerado no apto para el servicio. Sin embargo, si se trataba de una imperfección corregible, volvía a ser apto para el servicio una vez corregido el defecto. Aunque no pudiera servir, se le permitía comer la Terumah (regalos alimenticios dados a los sacerdotes que se consideran sagrados). A los kohanim con estas imperfecciones se les permitía realizar trabajos en el Templo fuera del servicio sacrificial propiamente dicho.
Esta descalificación no se debe a que el kohen manchado sea considerado «menos» kohen. Más bien, estas manchas «profanarían» el Templo. Los sacerdotes discapacitados, así como los sacrificios discapacitados, son antiestéticos y, por tanto, indignos e indignos ante Dios. Por ello, se les prohibía entrar en las zonas sagradas del Templo.
Pero seguían siendo kohanim y servían al Templo. La Mishná, al describir el segundo Templo, nos dice: «La cámara nororiental era la cámara de la madera». Allí, los kohanim que estaban físicamente manchados comprobaban si había gusanos en la madera. Cualquier trozo de madera que contuviera un gusano no era apto para ser utilizado en el altar.
Algunos comentarios modernos citan al Rambam (Maimónides), que incluye las leyes relativas a la idoneidad de los kohanim junto a las leyes relativas a los recipientes del Templo. Los recipientes pueden romperse y volverse inadecuados para su uso, y lo mismo ocurre con los kohanim. Al igual que los vasos son un signo de la gloria de Dios, el kohen debe ser un brillante ejemplo de servicio a Dios. Un kohen con una mancha distrae del servicio a Dios y parece un signo menor de la gloria de Dios.
Del mismo modo, los kohanim no pueden servir si han sido declarados culpables de homicidio o asesinato, si se han casado con una mujer prohibida para un kohen (aunque permitida para un no kohen), o si se vuelven ritualmente impuros por el contacto con los muertos.
Como actualmente no hay servicio en el Templo, la única implicación práctica es que los kohanim con estas manchas en una parte visible de su cuerpo no pueden bendecir a la congregación. La Mishná añade otra mancha descalificadora: un kohen cuyas manos estén temporalmente descoloridas con un tinte azul. Y se da una razón: porque la gente se le quedaría mirando mientras recita la bendición sacerdotal. El Talmud continúa dando varios ejemplos de kohanim que tenían defectos particulares que los descalificaban, pero a los que, no obstante, se les permitía recitar la bendición sacerdotal porque eran conocidos en la comunidad. Una vez que la gente se acostumbraba a un kohen concreto y a sus defectos, éstos ya no se consideraban una distracción. En consecuencia, el defecto ya no se consideraba una descalificación.
