Todos podéis desearme un Feliz Cumpleaños. La semana pasada celebré 62 revoluciones completas alrededor del sol. Sí, me estoy haciendo viejo, lo cual es mucho mejor que la alternativa. Decidí dar un paseo en bicicleta de 62 kilómetros para celebrarlo. Siempre he sido un ávido ciclista y 62 kilómetros, o 38 millas, no supusieron ningún reto.
O eso creía yo. Lo conseguí, pero no fue fácil. Me sentía un año más vieja después de cada kilómetro, lo que me dejaba con la esperanza de seguir viva al final. Pero lo que aprendí fue que a los 62 años no era la misma que a los 40, y definitivamente no era la misma que a los 18.
Mientras reflexionaba sobre esto al final de mi paseo, sintiendo que mis músculos se estremecían, mis pensamientos se volvieron hacia la Porción de la Torá de esta semana.
El primer versículo se traduce así:
Una traducción más precisa del versículo hebreo sería «La vida de Sara llegó a cien años, y veinte años, y siete años». Los sabios enseñan que esta peculiar redacción encierra algunas profundas y significativas lecciones de vida sobre el envejecimiento. ¿Cuál es el significado de esta extraña redacción? ¿Por qué la Torá enumera cada número por separado en vez de decir simplemente 127?
El comentarista medieval Rashi explica la extraña redacción de la siguiente manera. Cuando Sara tenía 100 años, era tan pura de pecado como una joven de 20 años al comienzo de la edad adulta. Y cuando Sará tenía 20 años, era tan bella como una niña de 7 años.
La interpretación de Rashi requiere alguna explicación. ¿Es realmente un cumplido comparar a una mujer madura con una niña pequeña? Si alguna vez has conocido a una mujer mayor que se vestía como una niña pequeña, sabes lo embarazoso que puede resultar. Comparar a una mujer de 20 años con una niña de 7 parece absurdo.
El rabino Elimelec de Lizhensk, uno de los grandes rabinos fundadores del movimiento jasídico, explicó que Rashi no elogia la belleza de Sara, sino su actitud hacia la belleza. La mayoría de los veinteañeros, hombres y mujeres, se preocupan demasiado por su aspecto físico. Rashi explicó que, a los 20 años, Sará no se preocupaba por el maquillaje ni por la ropa. Sara era hermosa, pero eso era irrelevante para ella. Tenía otros intereses más apremiantes. Sara estaba totalmente centrada en servir a Dios.
Es bien sabido que muchos multimillonarios y personas hipersexitosas llevan la misma ropa todos los días. La razón que aducen es que están centrados en sus objetivos y no quieren deliberar cada mañana sobre qué ponerse.
¡Cuánto más debemos centrarnos en nuestra misión y aspiraciones, y no en asuntos mundanos y materialistas, cuando el objetivo es llevar la luz de Dios al mundo!