Durante un año después del instituto, tuve el privilegio de estudiar en Israel. Mi escuela estaba enclavada en las antiguas calles del Cardo, en el corazón de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Mi dormitorio estaba a pocos pasos del Muro de las Lamentaciones, y podía ver todo el paisaje de Jerusalén desde la ventana de mi dormitorio. La piedra de Jerusalén que bordeaba las calles había sido testigo de milenios de historia. Todos los días, cuando iba a clase, me impresionaba la sensación tangible de continuidad que me rodeaba. Los adoquines desgastados bajo mis pies, los arcos sobre mis cabezas, el aire mismo parecían susurrar historias de incontables generaciones que habían llamado hogar a este lugar.
Lo que hizo que mi experiencia fuera especialmente significativa para mí fue que, al mismo tiempo que vivía en esta tierra histórica, estudiaba la Biblia. Aquel año reviví las elecciones y decisiones de mis antepasados de una forma totalmente nueva. Estaba viviendo el legado de la Biblia.
Cuando pensamos en el legado, el viaje de Abraham destaca como un poderoso ejemplo. Su vida estuvo llena de pruebas, angustias y, en última instancia, un profundo sentido del propósito. Uno de los momentos más importantes de la historia de Abraham se produce cuando compra una parcela de tierra, la primera en la Tierra Prometida. Y, lo que es más conmovedor, la primera compra de tierra en Israel en general. Esta transacción aparentemente sencilla encierra un profundo significado en cuanto a asegurar un legado para las generaciones futuras.
Entre los muchos retos a los que se enfrentó Abraham, uno de los más duros fue la muerte de su amada esposa, Sara. La Biblia nos dice
Sin embargo, a pesar de su dolor, Abraham emprendió una acción extraordinaria. El texto continúa:
Esta simple frase, «Abraham se levantó de entre sus muertos», tiene un peso inmenso, pues simboliza la fuerza de Abraham para superar su dolor y seguir adelante. En ese momento, tomó dos decisiones que cambiarían el curso de la historia para sus descendientes.
En primer lugar, Abraham compró una parcela para enterrar a Sara: la Cueva de Macpela y el campo que la rodeaba. Era el primer terreno que su familia poseería en Canaán, la tierra que Dios les había prometido. Al insistir en comprarla en lugar de aceptarla como regalo, Abraham se aseguró el reconocimiento legal de la propiedad, un movimiento estratégico para asegurar el futuro de su familia.
La compra no se limitó a proporcionar un lugar de enterramiento; fue la forma que tuvo Abraham de echar raíces en la Tierra Prometida. Fue un acto concreto de fe, una declaración de que aquella tierra pertenecería algún día a sus descendientes.
La segunda decisión de Abraham fue encontrar esposa para Isaac, asegurando así la continuación de su linaje y la transmisión de las promesas de Dios a las generaciones futuras. Esta acción demostró el compromiso de Abraham con un futuro más allá de su propia vida, asegurando el legado de su familia y el cumplimiento del pacto de Dios.
En la actualidad, la Cueva de Macpela, en Hebrón, sigue siendo un lugar de inmenso significado religioso, un vínculo tangible con nuestro pasado ancestral.
Para muchos de los que viven en Israel, nuestra conexión con esta tierra se remonta a la primera compra de Abraham. Su historia sigue inspirando porque demuestra que el legado no consiste sólo en la fe, sino en las acciones tangibles que emprendemos para hacer realidad esa fe.
Asegurar el futuro de Israel requiere nuestra dedicación y apoyo constantes. Israel365 fortalece a Israel tendiendo puentes entre judíos, cristianos y todos los que comparten nuestros valores basados en la fe. Con Israel bajo ataque, especialmente después del 7 de octubre, esto es más importante que nunca. Nuestro programa de donaciones de legado garantiza que puedas estar con Israel durante generaciones.
