Vidas fecundas: La bendición bíblica de los hijos

marzo 6, 2025
Children playing a game of Soccer in the streets of Jerusalem

Las aceras de Jerusalén rebosan de cochecitos. Los restaurantes tienen sillas altas apiladas por docenas. Los parques se llenan de voces infantiles desde el amanecer hasta el anochecer. En Israel, no sólo se tolera a los niños en los espacios públicos, sino que se les espera, acoge y celebra. Esta cultura centrada en los niños no es accidental; refleja una de las instrucciones más fundamentales de las Escrituras y explica por qué Israel encabeza el mundo desarrollado en tasas de natalidad, con 2,89 hijos por mujer, frente a la media de 1,58 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La OCDE incluye a 38 de los países económicamente más avanzados del mundo, lo que hace que la tasa de fecundidad de Israel sea aún más notable.

¿Por qué la Biblia hace tanto hincapié en tener hijos, y por qué las familias judías siguen adoptando familias numerosas mientras las tasas de natalidad caen en picado en todo el mundo occidental? ¿Qué sabiduría bíblica hemos conservado que otros han olvidado?

La respuesta comienza en la propia creación.

Este mandamiento constituye la primera instrucción divina a la humanidad. Ser fructífero no es un mero consejo práctico, sino una vocación sagrada: la primera mitzvah de la Torá. Tener hijos no se presenta como algo opcional o meramente personal; es fundamental en el diseño de Dios para la humanidad y, en concreto, para el pueblo de Su alianza.

Esta dimensión del pacto se hace explícita cuando Dios promete a Abraham descendientes «tan numerosos como las estrellas». Aquí, los hijos no son meros miembros de la familia, sino vehículos de la promesa divina: «Te haré fecundo en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti» (Génesis 17:6).

Cada nacimiento representa el cumplimiento continuo de esta antigua promesa: un testamento vivo de que Dios recuerda Su alianza.

Lo que distingue al enfoque bíblico de los hijos es cómo conecta el crecimiento familiar con el propósito moral. En la tradición judía, tener hijos(p’ru ur’vu) inicia la sagrada tarea de chinuch -educacióny formación del carácter-. La raíz hebrea de jinuch significa «dedicación» e «iniciación», lo que revela que los niños no sólo deben ser criados, sino iniciados en un profundo legado moral. Esto explica el énfasis de la Torá en la enseñanza:

Esta transmisión de valores confiere a la fecundidad bíblica su finalidad distintiva. Los hijos no son símbolos de estatus ni activos económicos, sino portadores de la enseñanza divina: un eslabón vivo de una cadena ininterrumpida que se remonta al Sinaí. Cada generación sirve a la vez de alumno y de maestro en esta gran narración.

La conexión entre los niños y la renovación nacional aparece en toda la Escritura, de forma más hermosa en la visión de Zacarías de la Jerusalén restaurada: «Los ancianos y las ancianas volverán a sentarse en las calles de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano a causa de su avanzada edad. Las calles de la ciudad estarán llenas de niños y niñas que jugarán en sus calles» (Zacarías 8,4-5).

Esta profecía, inscrita hoy en las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén, presenta a los niños no como algo periférico al florecimiento nacional, sino como algo central.

Caminando ahora por Jerusalén, eres testigo de cómo se cumple esta profecía: los ancianos residentes sentados fuera de sus casas mientras los niños juegan cerca. Esta armonía intergeneracional no es sólo reconfortante; es la manifestación visible de la promesa bíblica, en la que los abuelos son testigos de que la fidelidad de Dios se extiende a sus nietos.

La notable fertilidad de Israel refleja esta comprensión de que cada generación tiende un puente entre el pasado y el futuro. Tanto en las comunidades religiosas como en las laicas, los israelíes demuestran un compromiso inusual con el crecimiento familiar, incluso a medida que aumentan los niveles educativos y la prosperidad económica, factores que suelen reducir las tasas de natalidad en otros lugares. No se trata de una mera preferencia cultural, sino que tiene su origen en una cosmovisión bíblica profundamente arraigada en la que los niños encarnan la esperanza.

Los padres de toda la sociedad israelí invierten mucho en crear hogares donde prosperen los valores. Las comidas familiares del Sabbat, las celebraciones de las fiestas y los rituales diarios se convierten en contextos naturales para transmitir las enseñanzas éticas que han sostenido la identidad judía a lo largo de siglos de dispersión y persecución. Cada nueva generación recibe no sólo genes, sino una herencia moral.

Sin embargo, la Biblia no hace hincapié únicamente en la cantidad. El profeta Malaquías habla de Dios buscando «descendencia piadosa»

Hijos criados con principios divinos que llevarán adelante la alianza. La calidad importa tanto como la cantidad en la paternidad bíblica.

Sin embargo, las Escrituras también demuestran una profunda sensibilidad hacia quienes no pueden tener hijos. Las matriarcas más queridas de la Torá -Sara, Rebeca, Raquel y Ana- experimentaron el dolor de la infertilidad antes de la intervención divina. Sus historias nos recuerdan que la construcción de la familia a veces requiere paciencia, oración y ayuda divina.

Para quienes no pueden tener hijos biológicos, la Torá ofrece un profundo consuelo. Al presentar a Noé, la Escritura dice: «Estas son las generaciones de Noé: Noé era un hombre justo, perfecto en sus generaciones» (Génesis 6:9).

El gran comentarista Rashi señala algo sorprendente: antes de enumerar los hijos de Noé, el versículo describe primero su rectitud. Nuestros sabios deducen de ello que «la principal descendencia de los justos son sus buenas acciones». El verdadero legado de una persona va más allá de su linaje biológico y se extiende al impacto de su carácter y sus contribuciones.

El profeta Isaías ofrece un consuelo similar: «Que no diga la estéril: ‘He aquí que soy un árbol seco’. Porque así dice el Señor… ‘Les daré en mi casa y en mis muros un lugar y un nombre mejores que hijos e hijas'» (Isaías 56:3-5). Esto afirma que toda persona tiene un propósito esencial, independientemente de su condición de padre o madre.

La vibrante tasa de natalidad actual de Israel representa algo más que datos demográficos: manifiesta una fe permanente en el mañana. En un mundo cada vez más inseguro a la hora de sacar adelante una nueva vida, el abrazo judío a los niños declara que el futuro importa. Cada bebé que nace en Israel representa no sólo un ciudadano más, sino un potencial infinito: una prueba tangible de que las antiguas promesas de Dios perduran a través de las generaciones.



Potencial infinito: un testimonio vivo de que las promesas y los principios de Dios perduran a través de las generaciones.

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Sara Lamm

Sara Lamm is a content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. Originally from Virginia, she moved to Israel with her husband and children in 2021. Sara has a Masters Degree in Education from Bankstreet college and taught preschool for almost a decade before making Aliyah to Israel. Sara is passionate about connecting Bible study with “real life’ and is currently working on a children’s Bible series.

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