Nuestro antepasado Abraham fue una de las figuras más importantes que jamás pisaron la tierra. Al patriarca se le atribuye el descubrimiento del único Dios verdadero y el establecimiento de una familia cuyo duradero legado moral cambió el mundo. Después de miles de años, Abraham es venerado hasta el día de hoy por judíos, cristianos y musulmanes, que afirman con orgullo ser sus descendientes. Nadie más en la historia puede hacer esa misma increíble afirmación.
Por eso resulta un tanto sorprendente que en varios lugares la Biblia describa la gran riqueza de Abraham. Tenía muchos siervos, era capaz de movilizar rápidamente un poderoso ejército y, de hecho, era «muy rico en ganado, plata y oro». Aunque Abraham pudo ser un éxito financiero en su generación, no es por su perspicacia para los negocios por lo que fue tan famoso, sino por sus enseñanzas morales. No obstante, hay tres lecciones sobre la riqueza que todos podemos aprender de nuestro padre Abraham.
Mira cómo el rabino Tuly Weisz explica «Las 3 lecciones de Abraham sobre la riqueza» en la reunión de la Cámara de Comercio Cristiana Internacional celebrada en Jerusalén en 2018:
La primera lección es que Abraham reconoció que su riqueza no procedía de ningún hombre, sino sólo de Dios. Abraham se lo dice explícitamente al rey de Sodoma después de la guerra entre los cuatro reyes y los cinco reyes:
La segunda lección es que la verdadera riqueza no se mide por dólares, shekels, libras o pesos, sino por nuestro impacto en el mundo.
El gran sabio rabínico Rashi explica que el valor numérico de la frase «en todas las cosas» es igual a 52, el mismo valor numérico, o «Gematriya», que la palabra hebrea para «hijo». Es decir, Dios bendijo a Abraham con un hijo. Todas las bendiciones del mundo sólo valían la pena si el impacto de Abraham se transmitía a la siguiente generación.
La tercera y última lección sobre la riqueza que podemos aprender de Abraham procede de Génesis 12:3:
Abraham utilizó sus grandes bendiciones no sólo para beneficiarse a sí mismo, sino también para traer bendiciones a los demás.
Es estupendo tener dinero, todos queremos tener riqueza, pero es muy importante aprender de nuestro antepasado Abraham estas tres lecciones:
- Nuestra riqueza procede de Dios.
- La riqueza no se mide en dólares, sino por nuestro impacto.
- Debemos utilizar nuestra riqueza en beneficio de los demás.