El Salmo 69, un conmovedor salmo escrito por el rey David, es uno de los muchos salmos recitados por quienes se enfrentan a la adversidad. Sus temas de sufrimiento, persecución y ferviente súplica de intervención divina resuenan profundamente con la crisis actual de Israel. En medio de la violencia y la agitación, las palabras de este salmo encuentran eco en nuestros corazones cuando acudimos a los versos milenarios del rey David para expresar nuestros sentimientos, orientación y esperanza.
La liberación de los rehenes de Israel es una cuestión de vida o muerte y requiere nuestra atención urgente. Mientras aprendemos y recitamos hoy el Salmo 69, ten en mente a los más de 150 hombres, mujeres y niños inocentes que están cautivos de los crueles y malvados terroristas de Hamás en este mismo momento. Que sean devueltos a casa rápidamente y sanos y salvos.
El rey David comienza el Salmo 69 con una vívida descripción de su difícil situación, afirmando: «Líbrame, oh Dios, porque las aguas han llegado a mi cuello; me hundo en el viscoso abismo y no encuentro punto de apoyo; he llegado a las profundidades acuáticas; las inundaciones me arrastran» (versículos 2-3). Esta vívida imagen refleja la angustia que sienten muchos en Israel al enfrentarse a las devastadoras consecuencias de la guerra actual. Civiles inocentes se encuentran en peligro, las vidas se han trastornado y el futuro es incierto. Las aguas de la angustia y el sufrimiento han crecido, dejando a innumerables personas con la sensación de hundirse sin remedio.
Las palabras del salmista en el versículo 5, «Más numerosos que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin motivo», son sorprendentemente relevantes para la crisis israelí. Nos enfrentamos a un enemigo que alberga un odio infundado, que se extiende a los judíos únicamente por su identidad. El odio del enemigo se dirige no sólo contra los individuos, sino también contra la existencia misma y las creencias del pueblo judío. Esta enemistad profundamente arraigada encuentra resonancia en las palabras del rey David: «Es por Tu causa que he sido injuriado, que la vergüenza cubre mi rostro». El odio proviene de la creencia y la representación del único Dios verdadero, justo y moral de Israel.
Sin embargo, ante la abrumadora adversidad, David deposita su esperanza y su confianza en la fidelidad y la misericordia de Dios (versículo 14).
A lo largo del Salmo 69, el rey David implora a Dios liberación y protección. «Sálvame del cieno; que no me hunda; que me rescate de mis enemigos y de las profundidades acuáticas» (versículo 15), clama. Nosotros también clamamos a Dios para que nos rescate a nosotros y a nuestros hermanos y hermanas que necesitan liberación. Pero no sólo queremos liberación. Pedimos a Dios que haga justicia contra nuestros enemigos y se asegure de que nunca más puedan hacernos daño. «Derrama Tu ira sobre ellos; que los alcance Tu ardiente cólera» (versículo 25), implora apasionadamente el rey David.
Pero nuestro clamor no es sólo por el fin de las hostilidades y la eliminación del enemigo. Imploramos a Dios que devuelva a los rehenes a casa, guiados por la convicción de que «Yahveh escucha a los necesitados y no desprecia a sus cautivos» (versículo 34).
Hacia la conclusión del Salmo 69, David declara que Dios redimirá Sión y reconstruirá las ciudades de Judá (versículo 36). Esta visión de la reconstrucción ofrece la esperanza de un futuro marcado por la paz y la reconstrucción. A pesar de la agitación actual, hay una creencia subyacente en la posibilidad de renovación y restauración, que se hace eco de la resistencia de quienes perseveran en medio de las dificultades.
En el Salmo 69 encontramos un conmovedor reflejo del sufrimiento de Israel y una llamada intemporal a la liberación, la justicia, el restablecimiento de la paz y el retorno de los cautivos. Que seamos testigos de un final rápido y seguro de la guerra, junto con la liberación inmediata de los rehenes de Israel. Que regresen rápidamente y sanos y salvos a sus familias que les esperan, llevando consigo la esperanza de un futuro más brillante y pacífico.