Santidad en el martilleo

junio 30, 2025
Finding God in the little moments (Shutterstock)

Entre las voces judías más influyentes del siglo XX se encuentra el rabino Menajem Mendel Schneerson, conocido por millones de personas simplemente como el Rebe. Como líder del movimiento Jabad-Lubavitch, dio forma no sólo a la vida judía de su generación, sino también a la forma de pensar de los judíos modernos y de los no judíos sobre la espiritualidad, el propósito y lo que significa vivir con Dios. Aunque no fue el «Rebe» de todo el judaísmo (tal cosa no existe), su alcance fue extraordinario, no por su poder político o su presencia en los medios de comunicación, sino porque enseñó algo que muchos de nosotros anhelamos: que cada vida tiene una misión. Y no sólo una misión: una misión sagrada.

Hoy se celebra Gimmel Tamuz, el tercer día del mes hebreo de Tamuz. No es una fiesta bíblica, ni se celebra ampliamente en todo el mundo judío. Pero para muchos tiene un profundo significado. Es el yahrzeit, el aniversario de la muerte del Rebe, un momento para reflexionar sobre sus enseñanzas y preguntarnos si estamos viviendo la misión que Dios plantó en nuestro interior.

Uno de los mensajes más insistentes del Rebe era que a Dios no sólo se le encuentra en la sinagoga o en el campo de batalla, no sólo en momentos de crisis o revelación, sino en los detalles de la vida cotidiana. Enseñó que la vida espiritual no empieza cuando cierras la puerta de casa y abres el libro de oraciones. Empieza en el fregadero de la cocina, en tu matrimonio, en cómo tratas a los extraños y a tus propios hijos. En otras palabras, no existe «sólo» un día normal.

Ese mensaje está sacado directamente de la Biblia.

¿Por qué dedicaría la Torá casi un tercio del Libro del Éxodo a describir planes de construcción?

Pasamos de la división del mar a versículo tras versículo sobre zócalos, cortinas, anillos y vigas. A los israelitas -recién liberados de la esclavitud- se les dan instrucciones divinas sobre cómo construir un Mishkán, un santuario portátil donde moraría la presencia de Dios. Pero el texto no resume. Se detiene. La Torá, que normalmente deja mucho a la imaginación, se convierte de repente en un manual de planos. Cada medida, cada material, cada puntada se describe no una, sino dos veces. Primero como una orden, y luego otra vez cuando el pueblo realmente lo lleva a cabo.

Aquí está la gracia. Dios no dice «Habitaré en ellos». Dice: «Habitaré entre ellos«. No dentro de la estructura, sino dentro de las personas.

El Rebe desgranó este versículo con implacable precisión. El objetivo nunca fue construir una tienda. El objetivo era crear espacio para Dios en nuestro interior, y ese espacio se construye mediante la acción física. El oro, la plata, la madera, la lana, todo se eleva mediante el trabajo. El Rebe enseñó que cada ser humano tiene la misión de construir una especie de Mishkan personal, de tomar las materias primas de la vida y hacerlas brillar. Ése es el corazón de la espiritualidad: no escapar del mundo, sino refinarlo.

No necesitas un título elegante, ni una asistencia perfecta al culto. Sólo necesitas aparecer con tus manos, tu tiempo, tus palabras y tratar tu vida como si importara. Porque sí importa.

Esta visión está profundamente arraigada en la concepción judía del servicio. No sólo el culto, sino el trabajo sagrado. Los artesanos que construyeron el Mishkan no eran profetas. Eran obreros. Artistas. Costureras. Dieron forma al espacio sagrado no con visiones, sino con herramientas. El Rebe volvió sobre este punto una y otra vez: El judaísmo no teme lo físico, sino que lo aprovecha. El objetivo no es huir del mundo, sino transformarlo.

Para los que pasamos la mayor parte del día en lo que parece trabajo «no espiritual» -plazos, recados, crianza de los hijos, resolución de problemas-, esto es a la vez liberador y exigente. Liberador, porque significa que ningún momento carece de sentido. Exigente, porque significa que no hay ningún momento sin sentido. No hay años sabáticos espirituales en tu misión. O construyes un santuario con tu vida, o no lo haces.

El Rebe vio que el exilio, personal, comunitario, global, es en última instancia una desconexión espiritual. Olvidamos quiénes somos. Olvidamos lo que importa. Vemos suciedad donde hay oro. Pero cuando nos realineamos con el propósito, cuando dejamos de esperar el trueno y empezamos a utilizar lo que está en nuestras manos, hacemos avanzar al mundo.

El Rebe creía que nuestra misión nacional no es sólo sobrevivir. Es lograr la redención. No a través de la fuerza. A través de la luz. Haciendo lo correcto en un mundo que recompensa constantemente lo incorrecto.

No tienes que creer en todo lo que enseñó el Rebe para tomarte en serio este único mensaje: que tu vida importa, que los detalles importan y que Dios no espera en el cielo, sino en tu próxima pequeña decisión.

Así que en este día, mientras miles de personas recuerdan el legado del Rebe, quizá todos podamos tomar ejemplo de la historia del tabernáculo. Observa tu vida. Los materiales están ahí. Oro, lana, madera, palabras, momentos. Construye algo con ellos. No sólo para ti, sino para que la presencia de Dios habite, no en una tienda, sino entre nosotros.

Sara Lamm

Sara Lamm is a content editor for TheIsraelBible.com and Israel365 Publications. Originally from Virginia, she moved to Israel with her husband and children in 2021. Sara has a Masters Degree in Education from Bankstreet college and taught preschool for almost a decade before making Aliyah to Israel. Sara is passionate about connecting Bible study with “real life’ and is currently working on a children’s Bible series.

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