En la tranquila calma de un día primaveral de abril de 1920, entre las cumbres alpinas y las aguas azul celeste del mar de Liguria, se desarrolló un acontecimiento de importancia monumental. La tranquila ciudad italiana de San Remo acogió una conferencia que repercutiría en el panorama geopolítico y alteraría para siempre el destino de un pueblo. ¿Pero por qué, te preguntarás, fue tan vital una conferencia celebrada hace más de un siglo en una pequeña ciudad italiana? ¿Por qué nosotros, a generaciones de distancia y a kilómetros de distancia, deberíamos encontrar algún significado en este momento?
Tras la devastación de la Primera Guerra Mundial, los vencedores se reunieron en San Remo con la intención de determinar los límites precisos de las zonas capturadas por los Aliados. Como resultado, se asignó a Gran Bretaña el mandato de Palestina y se le encomendó la tarea de hacer realidad la Declaración Balfour, estableciendo un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina. Y lo que es más importante, reconoció formalmente la conexión histórica del pueblo judío con Palestina, marcando un reconocimiento internacional sin precedentes de los judíos como nación vinculada inextricablemente a la tierra de Israel.
Este reconocimiento, es crucial señalarlo, encuentra sus raíces en las páginas de la Biblia, remontándose a los primeros capítulos del Génesis. En una notable muestra de fe, Abraham, el progenitor del pueblo judío, acata la llamada divina para dejar atrás todo lo que le era familiar y viajar a una tierra sin nombre (Génesis 12:3). Abraham viajó a Canaán, y al entrar en la tierra Dios le prometió: «Asignaré esta tierra a tu descendencia» (Génesis 12:7). Este pacto, reiterado a sus descendientes Isaac y Jacob, prometía que el pueblo judío estaría siempre vinculado a la tierra que ahora se conoce como Israel.
En las perspicaces palabras del rabino Yehuda Amital: «El Santo hizo un pacto con él (Abraham) respecto a Eretz Yisrael (tierra de Israel)… toda la Torá viene a enseñarnos cómo Am Yisrael (el pueblo judío) se estableció en Eretz Yisrael (tierra de Israel) y luego regresó a ella tras un prolongado exilio». Así pues, la narración del pueblo judío es la de una promesa divina, el exilio y un regreso triunfal a la tierra prometida.
Entonces, ¿qué hizo que la conferencia de San Remo fuera tan trascendental? Reconoció y honró esta narración bíblica, afirmando la conexión judía con su patria ancestral. Al hacerlo, ofreció un faro de esperanza a los judíos de todo el mundo, prometiendo el retorno a la tierra que Dios había pactado con sus antepasados.
En esencia, la conferencia de San Remo de 1920 introdujo esta antigua narración en el ámbito del derecho internacional. Reafirmó el derecho del pueblo judío a regresar a su patria ancestral tras 2.000 años de exilio, reflejando la promesa divina hecha a Abraham hace miles de años. A través de la lente de San Remo, percibimos la manifestación moderna de la promesa bíblica.
En un mundo en el que a menudo se cuestiona o se niega rotundamente la conexión entre el pueblo judío e Israel, la conferencia de San Remo sirve de poderoso recordatorio de nuestra promesa bíblica. Cada paso que damos en esta tierra es testimonio de una promesa hecha y una promesa cumplida, que resuena en los pasillos de San Remo y reverbera en los anales de nuestros textos sagrados.