El capítulo 8 del Levítico trata de la unción de Aarón y sus hijos como sacerdotes en el Tabernáculo y de la unción del propio Tabernáculo. El proceso es muy detallado. El primer paso es el lavado tanto de Aarón como de sus hijos. Luego Moisés viste a Aarón. Luego Moisés unge con aceite los vasos del Tabernáculo. Luego Moisés unge a Aarón en aceite. Por último, siguen una serie de sacrificios y ceremonias, tras lo cual Moisés ordena a Aarón y a sus hijos que permanezcan en el Tabernáculo durante siete días y siete noches. Al concluir este proceso, el Tabernáculo estará listo para el servicio regular.
Al repasar la secuencia, me llamaron la atención algunas cosas sobre este proceso. En primer lugar, Moisés es quien toma la iniciativa, quien ha recibido la instrucción de Dios y quien realiza el lavado, la unción, la aspersión de la sangre y muchas otras cosas. Moisés es el protagonista activo de todo este proceso — Aarón y sus hijos son receptores pasivos de su nuevo papel. Curiosamente, a Moisés no se le permitirá traer los sacrificios una vez terminado el Tabernáculo, porque sólo Aarón y sus hijos, y sus descendientes para siempre, son designados para esa función.
En segundo lugar, tanto los sacerdotes como los vasos del Tabernáculo son ungidos con aceite. Por lo general, el aceite de la unción se utiliza para nombrar a alguien para un cargo concreto: tanto Saúl como David son ungidos por profetas. Pero aquí, el aceite también se utiliza para ungir objetos inanimados.
Por último, cuando Moisés da instrucciones a los sacerdotes al final del proceso, deja muy claro que no deben salir del Tabernáculo en absoluto durante 7 días «para que no muráis» (Levítico 8:35). Está claro que servir a Dios en el Tabernáculo entraña un peligro.
Cada uno de estos temas nos enseña algo muy valioso sobre el liderazgo y el servicio a Dios. Hasta ahora, Moisés ha sido el único receptor de las instrucciones de Dios y ha transmitido esas instrucciones al pueblo. Sin embargo, con la unción de Aarón y sus hijos, Moisés imparte parte de su autoridad a Aarón, permitiéndole a él y a sus hijos ser los únicos responsables de servir a Dios en el Tabernáculo. Aarón recibe pasivamente esta instrucción mientras Moisés la imparte activamente, pero en realidad Moisés le ha entregado algo que nunca volverá a tener. Renuncia voluntaria y amorosamente a una parte de su liderazgo, para que el pueblo pueda ser mejor servido, por separado, por el sacerdocio, por un lado, y por el liderazgo político, por otro. A partir de este momento, existe una separación de poderes y cada uno servirá a Dios de forma totalmente distinta.
Al ungir las vasijas además de ungir al pueblo, Moisés está designando a quienes actuarán como vasijas de servicio a Dios. Cuando los sacerdotes sirven en el Templo, no actúan de forma independiente, sirviendo a Dios según les mueve el espíritu. Sólo sirven según Su voluntad y de acuerdo con Sus leyes. Ellos, como las vasijas, están allí sólo para servir.
Y, por último, la cuestión del peligro. Dios nos ha permitido servirle en un Templo que, en realidad, es el hogar de Dios, pues es donde Él va a morar. No es un lugar casual, sino un lugar en el que hay que tener el máximo respeto y cuidado para obedecer la voluntad de Dios. Los sacerdotes están allí para servir y deben hacerlo con cuidado, pues está en juego su propia vida. Es un asunto muy serio.