Antes de morir, Moisés pronunció un discurso épico al pueblo de Israel, un discurso que hoy conocemos como el Libro del Deuteronomio. El mensaje final de Moisés a su pueblo contiene muchos de los versículos más poderosos, aterradores y profundamente inspiradores de la Biblia. Durante los meses previos a las Altas Fiestas, los días sagrados de Rosh Hashaná (Año Nuevo judío) y Yom Kippur (Día de la Expiación), el pueblo judío lee tradicionalmente el Libro del Deuteronomio, pues sus poderosos mensajes nos animan a arrepentirnos y volver a Dios.
Pero a veces el gran discurso de Moisés es una montaña rusa emocional.
Esta semana, los judíos de todo el mundo leerán el relato de Moisés sobre el pecado del Becerro de Oro. Moisés no se anda con rodeos; su descripción del vergonzoso pecado del pueblo es directa y dolorosa:
El pueblo de Israel, deja claro Moisés, es «rebelde contra Dios», ¡y siempre lo ha sido! Es difícil imaginar palabras más dolorosas que éstas. Y sin embargo, sólo unos versículos después, Moisés cambia radicalmente de tono:
«¡Dios os ama!», dice Moisés al pueblo, «¡igual que amó a vuestros antepasados!». Moisés subraya que el gran amor de Dios por Su pueblo continúa incluso ahora, incluso después del pecado del becerro de oro.
¿Qué debemos pensar de esto? ¿Por qué Moisés censura al pueblo por rebelde, para recordarles el gran amor que Dios les tiene unos versículos más adelante?
«La gran virtud de la religión, por supuesto, no es tanto su capacidad para ayudar a los hombres a triunfar, aunque, por supuesto, puede ayudarles a triunfar. La gran virtud de la religión reside en su capacidad para consolar a los hombres en medio del fracaso, para permitirles funcionar incluso en medio de la desesperación» (Michael Beran, The Last Patrician: Bobby Kennedy y el fin de la aristocracia estadounidense).
La Biblia es la guía de Dios para vivir una vida santa. Siguiendo los mandamientos de Dios, nos convertimos en personas santas y morales que pueden elevarse a alturas incluso superiores a las de los ángeles. Pero la Biblia no sólo nos enseña a vivir una vida santa, sino que también nos da fuerza y consuelo cuando no cumplimos sus enseñanzas.
Cuando Moisés reprendió al pueblo de Israel por sus pecados, tenía un objetivo claro en mente. En realidad estaba diciendo: «Pueblo de Israel, ¡sois capaces de mucho más que esto! Podéis y debéis vivir una vida de santidad». La Biblia no es un refugio para quienes desean vivir una vida cómodamente mediocre.
Pero al cabo de unos versículos, el tono y el mensaje de Moisés cambiaron. Les recordó que Dios les amaba, incluso ahora, incluso después de todos sus pecados. Sí, la Biblia es una guía para una vida santa, pero es más que eso. Es un testamento del amor eterno de Dios.
Que nunca dejemos de luchar por la santidad y de hacer todo lo posible por vivir de acuerdo con la santa palabra de Dios. Pero, al mismo tiempo, que recordemos siempre que, aunque fracasemos -como inevitablemente ocurrirá-, Dios seguirá amándonos.