Los judíos lo empezaron todo», escribe Thomas Cahill, «y por «todo» me refiero a muchas de las cosas que nos importan, los valores subyacentes que nos hacen vibrar a todos, judíos y gentiles, creyentes y ateos. Sin los judíos, veríamos el mundo con otros ojos, oiríamos con otros oídos, incluso sentiríamos con otros sentimientos» (Thomas Cahill, Los dones de los judíos). Pero, ¿qué iniciaron exactamente los judíos? ¿Cuál es, concretamente, la gran aportación del pueblo judío al mundo?
Las contribuciones del pueblo judío a la civilización humana son vastas y variadas. Los premios Nobel judíos han desvelado los misterios de la ciencia y la medicina. Los artistas y compositores judíos han creado obras maestras intemporales. La ética judía aportó ideas revolucionarias sobre la dignidad humana y la justicia social que transformaron la sociedad. El don del Shabat enseñó a la humanidad a detenerse y apreciar la creación de Dios. Y lo que es más significativo, Abraham y sus descendientes llevaron la luz del monoteísmo a un mundo pagano impregnado de idolatría y sacrificios humanos, enseñando que hay un solo Dios que creó el cielo y la tierra.
Pero ésta no puede ser la mayor contribución del pueblo judío. Mucho antes de Abraham, hubo quienes conocieron y sirvieron al único Dios verdadero. Adán caminó con Él en el Edén. Noé fue justo en su generación. Sem y Eber establecieron casas de estudio para enseñar acerca de Dios. El mayor regalo del pueblo judío a la humanidad fue algo aún más radical, algo que el mundo nunca había visto antes.
En su canción «Soñar como José», el cantante israelí Hanan ben Ari relaciona la vida de cada persona con las historias de la Biblia: «Todo hombre es expulsado del Edén, todo hombre soporta un diluvio, todo hombre tiene algún Abel al que envidia hasta la muerte, y en todo hombre hay una torre de rebelión y confusión». Sus palabras nos hablan a todos: todos somos exiliados en este mundo.
Este exilio está entretejido en el tejido de la propia creación. La Biblia comienza:
Los antiguos sabios judíos vieron en estas palabras una profecía del exilio: que «sin forma»(tohu) se refiere a Babilonia, «vacío»(vohu) a Media, «oscuridad» a Grecia y «lo profundo» a Roma. El exilio está entretejido en el tejido de la propia creación, como la gravedad o el ciclo del día y la noche.
Pero todo cambió con Abraham. La Biblia nos lo dice:
Este momento marcó un cambio revolucionario en la historia de la humanidad. Por primera vez, Dios reveló que la herencia permanente -la verdadera pertenencia- era posible en este mundo. La era del vagabundeo sin fin que comenzó con Caín llegaría a su fin. Abraham quedó tan atónito ante esta promesa que pidió una señal, incapaz de comprender plenamente que Dios le concedería a él y a sus descendientes una herencia eterna.
Los profetas aseguraron repetidamente a Israel que llegaría la redención:
Este mensaje de redención se convirtió en el corazón de la fe bíblica. Dios no abandonaría a Su pueblo al exilio eterno. El mismo Dios que creó el mundo lo redimiría.
La historia de Israel lo demuestra una y otra vez. Cuando todo parecía perdido, llegó la redención. Isaac fue atado en el altar, pero Dios le proporcionó un carnero. José fue arrojado a un pozo, pero se convirtió en virrey de Egipto. El Mar se interpuso ante Israel, pero Dios lo abrió. Cuando Amán conspiró para destruir a los judíos, Dios convirtió el luto en celebración. La propia historia atestigua que la redención es real.
Aunque judíos y cristianos pueden diferir en su comprensión de quién es el redentor, ambas religiones comparten esta convicción fundamental: el mundo fue creado con un propósito, su quebrantamiento es temporal y Dios restaurará finalmente todas las cosas. Dos veces al día, los judíos recitan la bendición«Baruj atah Hashem ga’al Yisrael» – Bendito seas Dios, redentor de Israel. No es sólo una oración sobre el pasado; es una declaración de fe en la redención futura.
Éste es, pues, el mayor regalo del pueblo judío a la humanidad: no sólo la creencia en Dios, sino en la redención. La convicción de que, por muy oscuro que se vuelva el mundo, la luz de Dios se abrirá paso. El retorno judío a Israel después de dos mil años demuestra que lo que parece imposible puede suceder, que el exilio termina, que Dios cumple Sus promesas. Este mensaje -que la redención es real- es lo que más necesita la humanidad. Ojalá lo veamos pronto.
El mayor regalo del pueblo judío a la humanidad -la promesa de la redención- sigue desarrollándose en nuestro tiempo a través del renacimiento de Israel. Mientras somos testigos de esta redención en curso, cada uno de nosotros tiene la oportunidad de participar en este proceso histórico. Las elecciones al Congreso Sionista Mundial (del 10 de marzo al 4 de mayo de 2025) ofrecen una forma tangible de ayudar a configurar el futuro de Israel en consonancia con los valores bíblicos. Con casi 1.000 millones de dólares asignados anualmente para apoyar a Israel y a las comunidades judías mundiales, tu voto a la Acción Israel365 (Pizarra nº 7) afirma el pacto eterno entre Dios y el pueblo judío respecto a su patria bíblica. En nuestro mundo posterior al 7 de octubre, este voto se opone a quienes quieren dividir la tierra y, en cambio, defiende la promesa que Dios hizo a Abraham hace miles de años: que sus descendientes heredarían esta tierra para siempre.
Para los judíos, ésta es vuestra oportunidad sagrada de emprender una acción significativa en el desarrollo de la historia de la redención. Al votar a favor de la Acción Israel365 (Pizarra nº 7), te pones de parte de la Biblia y de una sociedad israelí basada en los valores bíblicos que han sostenido a tu pueblo durante milenios.
Para los cristianos: tu voz es igualmente vital para apoyar las promesas de Dios a Abraham y a sus descendientes. Te instamos a que uniros a Diez de las Naciones hoy mismo y animes a tus amigos judíos a votar. Por favor, forma parte de este esfuerzo histórico por defender los valores bíblicos en Israel y sé testigo del cumplimiento de las antiguas profecías en nuestro tiempo.