El rabino Aryeh Levin (1885-1969), gran sabio de Jerusalén conocido por su compasión hacia todos, se encontraba una vez fuera de la escuela en la que ejercía de consejero espiritual con su hijo, el rabino Chaim Levin, observando a los niños jugar durante el recreo. Al observar la escena, el rabino Levin se volvió hacia su hijo y le preguntó: «¿Qué observas en los niños que juegan?».
El rabino Chaim respondió con observaciones superficiales. Señaló que un chico, Dovid, estaba solo cerca de la puerta con las manos en los bolsillos, probablemente porque no era atlético. Otro chico, Moishie, jugaba alocadamente, parecía indisciplinado, mientras que Yankel se quedaba atrás, mirando las nubes, aparentemente excluido del juego.
El rabino Levin miró a su hijo y le corrigió suavemente. «No, hijo mío. Para ser maestro, debes mirar más profundamente. Dovid está solo porque no tiene jersey; su familia no puede permitirse ropa de invierno. Moishie está enfadado porque su maestro le ha regañado y se siente frustrado. Y Yankel mira fijamente a las nubes porque su madre está enferma, y él carga con el peso de ayudar a su familia».
El rabino Levin enseñó a su hijo que, para liderar y guiar de verdad a los demás, hay que ver más allá de la superficie y responder con compasión a las necesidades únicas de cada individuo. Esta historia capta una cualidad fundamental compartida por muchos de los más grandes líderes bíblicos: la empatía. De hecho, es por esta razón por la que tantos líderes bíblicos empezaron sus viajes como pastores.
Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y David -los venerados patriarcas y líderes de la Biblia- fueron pastores. El pastoreo es una profesión sencilla y humilde, a menudo menospreciada en otras culturas. Entonces, ¿por qué eligió Dios a los pastores como líderes de Su pueblo?
El pastoreo requiere cualidades esenciales para cualquier verdadero líder: paciencia, humildad y, sobre todo, empatía. Un buen pastor cuida profundamente de su rebaño, guiando y protegiendo a cada oveja, comprendiendo sus necesidades y respondiendo con compasión. Esta cualidad de empatía, como el rabino Levin mostró a su hijo, es esencial para cualquier puesto significativo de liderazgo.
Los sabios cuentan una hermosa historia sobre Moisés que pone de relieve el corazón de pastor necesario para el verdadero liderazgo. Un día, mientras Moisés cuidaba de su rebaño, se fijó en una oveja joven que se había alejado. Moisés siguió a la oveja hasta que la encontró en un arroyo, bebiendo agua. Al darse cuenta de que la oveja había huido por sed, Moisés le dijo amablemente: «No sabía que huías porque tenías sed. También debes de estar cansado». Entonces levantó al cordero sobre sus hombros y lo llevó de vuelta al rebaño.
Dios vio la compasión de Moisés y le dijo: «Moisés, como has mostrado tanto cuidado por cada oveja, eres digno de dirigir a Mi pueblo, Israel». Moisés fue elegido líder no por su fuerza o intelecto, sino por su empatía y bondad. Su capacidad para ver y responder a las necesidades incluso del miembro más pequeño y vulnerable de su rebaño reflejaba las cualidades que Dios deseaba en un pastor de Su pueblo.
Al igual que la historia del rabino Levin muestra la importancia de la empatía en la enseñanza, la historia de Moisés revela por qué la empatía está en el corazón de todo verdadero liderazgo. Los líderes deben comprender y responder a las necesidades individuales de aquellos a quienes sirven. El pastor aprende a ver a cada oveja no sólo como parte de un rebaño, sino como un ser único con sus propias necesidades y retos. Este hábito de atención se extiende de forma natural al liderazgo del pastor sobre las personas.
Más allá de la empatía, el pastoreo también ofrece beneficios espirituales únicos. El rabino Samson Raphael Hirsch reflexiona sobre las profesiones contrapuestas de Caín y Abel en Génesis 4:2:
El rabino Hirsch explica que Caín, como agricultor, se convirtió en «un esclavo de su campo… Una vez que ha colocado sobre su cuello el yugo de la búsqueda de adquisiciones, su espíritu también se vuelve servil». En cambio, la vida del pastor es «elevadísima» porque gira en torno al cuidado de las criaturas vivas. Su trabajo le acerca a la vida en su forma más pura, fomentando una conexión con la naturaleza y una profunda conciencia de lo Divino. Las posesiones del pastor son sencillas y portátiles, por lo que no está atado por la riqueza material. Esto libera al pastor de la excesiva dependencia del éxito mundano, permitiéndole centrarse en objetivos más elevados y piadosos. Experimentar el mundo natural como expresión de la creación de Dios le acerca a la comprensión de su dependencia de la Divinidad.
En la soledad de los campos, lejos de las distracciones de la riqueza y el estatus, pastores como Abraham, Isaac, Jacob y David encontraron tiempo para contemplar el papel de Dios en sus vidas y en el mundo que les rodeaba. Esta soledad y sencillez les permitió cultivar un profundo sentido de la fe y la confianza en Dios, cualidades que trasladaron a sus funciones de liderazgo.
A diferencia de muchas otras culturas antiguas, que valoraban a los guerreros y a los ricos, la Biblia sitúa a los pastores en primera línea. La Torá enseña que el verdadero liderazgo no tiene que ver con el poder o el prestigio, sino con la humildad, la empatía, la devoción a los demás y la devoción a Dios. Dios eligió a los pastores como líderes porque sus vidas fomentaban estas cualidades esenciales. Aprendieron a cuidar de los necesitados, a confiar en Dios y a apreciar el mundo como una creación de la Divinidad.
Esta profunda conexión entre el pastoreo y el liderazgo queda bellamente plasmada en la obra de Inbal Rose, Pastor con su rebaño. La imagen representa a un pastor guiando a su rebaño por campos de vibrantes colores bajo un vasto cielo abierto. La escena está impregnada de la paz y la belleza de la naturaleza, y refleja la vida espiritual de un pastor que camina junto a Dios. El sencillo viaje del pastor a través del paisaje abierto, bajo el cielo expansivo, simboliza la libertad de las distracciones materiales que caracteriza su vida. Aquí, rodeado de la creación de Dios, se le recuerda a diario la presencia y la protección de Dios, y aprende a ver su papel como un humilde guía y protector.
En la obra de Rose, el pastor no es una figura de poder o autoridad, sino un líder amable, atento a las necesidades de cada miembro de su rebaño. Su viaje refleja tanto la sencillez como la santidad de la vocación del pastor, encarnando el cuidado, la atención y la humildad que definen su función.
En un mundo que a menudo equipara el liderazgo con el poder y el estatus, la obra de Rose nos recuerda los valores intemporales encarnados en las vidas de estos líderes bíblicos: compasión, humildad y fe. El camino del pastor no es glamuroso, pero está lleno de propósito, conexión y un profundo sentido del servicio. A través de las vidas de estos líderes-pastores, la Biblia enseña que los mejores líderes son los que dirigen con corazón de pastor: un corazón que ve más allá de la superficie, responde con empatía y confía en la guía de Dios para cuidar de Su pueblo.
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