Dondequiera que viajo, encuentro cristianos deseosos de estudiar la Biblia en su hebreo original. ¿Por qué tantos cristianos se sienten atraídos por aprender hebreo? Este anhelo es profundo: el deseo de conectar con las Escrituras en su forma más pura, de oír la voz de Dios tal como fue concebida. Aprender una nueva lengua en la edad adulta es un reto, pero estos creyentes tan entregados persisten. ¿Qué se ha perdido en la traducción? Cuando estudiamos juntos, preguntan por el verdadero significado de pasajes conocidos. «¿Qué significa realmente esta palabra?», preguntan. «¿Cómo cambia nuestra comprensión de este versículo?».
Pero, ¿es esta búsqueda de la precisión lingüística la única razón por la que estudiar hebreo es importante? ¿Se trata simplemente de recuperar algo perdido en la traducción, o tiene el hebreo en sí mismo un significado más profundo en el plan divino de Dios?
La respuesta está en los primeros capítulos del Génesis, donde encontramos una revelación sobre la lengua misma. Antes del incidente de la Torre de Babel, las Escrituras nos dicen:
Los sabios entendieron que este versículo significaba que el hebreo era la lengua original y universal de la humanidad, la lengua de la propia creación, las mismas palabras que pronunció Dios al formar nuestro mundo.
Tras la arrogancia de la humanidad en Babel, esta unidad se hizo añicos.
De esta dispersión surgió lo que los sabios llaman las «setenta naciones», basándose en las genealogías de Génesis 10. Cada nación heredó sólo un fragmento -uno setenta- de la identidad original y completa de Adán.
Esta fragmentación se extendió a la lengua. Cada nación desarrolló su propia lengua, que expresa su visión del mundo y sus valores únicos. Las diferencias entre las lenguas van mucho más allá del vocabulario y la gramática: representan formas fundamentalmente distintas de percibir la realidad. Cada lengua sirve como tarjeta de identidad de su nación, reflejando la porción específica de verdad que porta esa nación. La lengua moldea activamente la forma en que sus hablantes conceptualizan el mundo, determinando lo que pueden expresar fácilmente y lo que resulta difícil de articular.
Esto explica por qué personas de distintas culturas con lenguas diferentes tienen tantas dificultades para entenderse. No es sólo una cuestión de palabras que requieren traducción. Literalmente, ven el mundo de forma diferente. Los chinos y los estadounidenses, por ejemplo, tienen diferencias lingüísticas que reflejan diferencias culturales mucho más profundas, valores distintos y elementos diferentes de la verdad de Dios que cada cultura enfatiza más que la otra. Por eso la traducción nunca es perfecta: ciertos conceptos simplemente no se transfieren limpiamente entre marcos lingüísticos diferentes.
El hebreo se distingue de estas lenguas fragmentadas. No es sólo una perspectiva cultural entre muchas: es universal, y contiene en sí la plenitud de la verdad divina. Dios utilizó el habla para crear nuestro mundo. «Con diez palabras fue creado el mundo» (Mishna Avot 5:1). Estas palabras divinas, pronunciadas en hebreo, dieron origen a todo el cosmos. Cada letra, cada sílaba del hebreo conlleva un poder creador.
A diferencia de otras lenguas que sólo reflejan verdades parciales, el hebreo capta toda la existencia. No es sólo la lengua nacional del pueblo judío, sino la lengua de la propia creación. Cuando Dios dijo«Yehi or» («Hágase la luz»), estalló la luz. Cuando nombró a los animales, sus nombres en hebreo definían su esencia. Los cabalistas enseñan que, incluso ahora, Dios recrea continuamente el mundo mediante el hebreo, y que cada creación extrae su vitalidad de su nombre hebreo.
El profeta Sofonías revela que el hebreo volverá a ser un día la lengua universal de la humanidad:
El comentarista medieval Ibn Ezra identifica este «habla pura» con el hebreo, la lengua que hablará toda la humanidad en la era mesiánica.
En la actualidad, somos testigos de cómo naciones de todo el mundo toman partido claramente, ya sea apoyando a Israel o alineándose contra él. Esta división no es un accidente, sino parte del proceso divino de clasificación. Cuando los que atacan a Israel y a la Biblia sean finalmente derrotados, Israel cumplirá su destino como nación unificadora, con el hebreo en el centro de esta transformación global.
El renacimiento del hebreo como lengua hablada en la actualidad es nada menos que un signo milagroso de la redención venidera. Nunca antes en la historia de la humanidad se había resucitado una lengua antigua y se había transformado en una lengua viva que respira. Cuando los pioneros judíos regresaron a su patria ancestral, lograron lo que los lingüistas consideraban imposible: resucitar una lengua que no se hablaba en la vida cotidiana desde hacía casi 2.000 años. Este cumplimiento de la profecía está ocurriendo ante nuestros ojos.
Pero este notable renacimiento es sólo el principio. Se acerca el día en que toda la humanidad hablará la lengua de Dios, en que se reunirán las piezas fracturadas de la identidad original de Adán, en que terminará por fin la confusión de Babel. Aprender hebreo ahora no consiste sólo en comprender mejor las Escrituras, sino en prepararse para el día en que la lengua universal de Dios vuelva a unir a toda la humanidad al servicio del Único Creador.
Ahora que se acerca la redención, es el momento perfecto para empezar a aprender hebreo. Para quienes estén interesados en dar sus primeros pasos con esta lengua sagrada, recomiendo «75 palabras hebreas que necesitas para entender la Biblia«, una guía concisa que ofrece un punto de entrada accesible a la vez que profundiza en tu conexión con las Escrituras.
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