«¿Cuándo acabará?» Esta pregunta me la hacen a diario mis vecinos de Israel. Preguntan no sólo sobre la guerra actual, sino sobre la lucha más amplia: los interminables atentados terroristas, la creciente ola de antisemitismo mundial, la implacable hostilidad de un mundo que parece decidido a negar el derecho de Israel a existir. Una cosa es soportar el sufrimiento. Otra cosa muy distinta es soportar el sufrimiento sin tener ni idea de cuándo o cómo acabará.
El deseo de comprender el plan de Dios, de vislumbrar el camino a seguir, es profundamente humano. Pero ¿debería Dios darnos esta claridad? ¿Nos ayudaría realmente?
Un episodio fascinante de la Biblia aborda esta misma cuestión.
Éste era el momento de la revelación: ¡Jacob estaba a punto de decirles a sus hijos su futuro! Pero entonces, extrañamente, Jacob cambia de rumbo. En lugar de revelar el futuro, se limita a dar una bendición a cada hijo. ¿Qué ha ocurrido?
Los Sabios explican: «Jacob intentó revelar el Fin [of the exile] a sus hijos, pero se lo ocultaron» (Génesis Rabá 91:1). Jacob sabía que a sus hijos les esperaban tiempos oscuros. Dios ya se lo había dicho a Abraham:
La esclavitud en Egipto era inevitable. Por eso Jacob, como cualquier padre, quiso dar esperanza a sus hijos diciéndoles cuándo acabaría su sufrimiento.
Pero Dios se lo impidió. ¿Por qué?
La respuesta llega al corazón de lo que Dios exige de Su pueblo. Si los hijos de Jacob supieran exactamente cuándo llegaría la redención, esperarían pasivamente ese momento. Soportarían su esclavitud, confiados en que, en tal o cual fecha, Dios les rescataría. Pero esto es precisamente lo que Dios no quiere.
Fíjate bien en lo que hace Jacob a continuación. Cuando se da cuenta de que no puede revelar el futuro, bendice a cada uno de sus hijos individualmente. Estas bendiciones no eran meras expresiones de amor paterno ni predicciones del futuro: eran asignaciones divinas, cargos sagrados que definirían la contribución única de cada hijo a la redención.
¿Qué es una bendición? Una bendición revela el potencial. Cuando Jacob bendijo a cada hijo, iluminó la fuerza particular de ese hijo, el don único que sólo él podía aportar a la misión judía. A través de la bendición de Judá, vio la realeza. Con la bendición de Leví, vio el sacerdocio. Mediante la bendición de Zabulón, vio el comercio que apoyaría el estudio de la Torá. Cada hijo recibió no sólo una visión de su futuro, sino un mandato, una tarea sagrada que sólo él podía cumplir.
Hoy nos enfrentamos al mismo reto. Deseamos desesperadamente saber cuándo llegará la paz, cuándo acabará el antisemitismo, cuándo nuestros enemigos aceptarán por fin nuestro derecho a existir. Queremos que Dios nos muestre el camino a seguir, que nos dé claridad sobre el futuro.
Pero la claridad es peligrosa. Conocer el final nos permitiría relajarnos, esperar pasivamente la redención prometida por Dios. En lugar de ello, debemos centrarnos en comprender nuestro propio papel para acelerar esa redención, y luego actuar en consecuencia con todas nuestras fuerzas. No nos corresponde a nosotros conocer el calendario de la redención. Eso es asunto de Dios. Nuestro asunto es la acción.
Mi amigo Tom Schiffour, recientemente fallecido, hablaba a menudo de la redención como un «negocio familiar». «Todo el mundo tiene un trabajo en el negocio familiar», decía, «y ningún trabajo es más o menos importante. El negocio familiar es llevar la redención al mundo y llevar la verdad de la luz de la Torá al mundo, y la verdad del único Dios verdadero para toda la humanidad… Cada persona debe averiguar cuál es ese trabajo y presentarse a trabajar y hacerlo».
La primera empresa familiar judía comenzó allí mismo, junto al lecho de Jacob, cuando cada hijo recibió su papel único en la empresa de la redención. Lo que Jacob empezó con sus hijos continúa hoy con sus descendientes. No estamos destinados a ser observadores pasivos de la historia, sino participantes activos en la redención, cada uno de nosotros encargado de su propia tarea sagrada. Puede que Dios no nos diga cuándo llegará el final, pero nos ha dicho lo que debemos hacer hoy.
¡Ahora es el momento de pasar a la acción! Si eres judío estadounidense, tu voto en las elecciones al Congreso Sionista Mundial puede ayudar a determinar cómo se asignan los recursos vitales para apoyar a Israel y la vida judía mundial. Ésta es una forma tangible de levantarse, de manifestarse y de decir: Me preparo para la redención. ¡Vota hoy a la Acción Israel365!
Si eres un aliado cristiano, tú también puedes formar parte de este momento. Uniéndote a iniciativas como Diez de las Nacionesapoyas a tus hermanos y hermanas judíos mientras abrazan su vocación divina.
Dios no quiere que esperemos pasivamente la redención: debemos actuar y convertirnos en participantes activos del proceso.
Apoya a Israel. Permanece con el pueblo judío. Prepárate para la redención y forma parte de ella.