Yair, un israelí cuya vida se salvó en medio del angustioso caos del festival de música Nova, compartió recientemente su historia. A las 5:30 de la mañana de aquel fatídico 7 de octubre, Yair llegó con un grupo de amigos al festival de música sin ser consciente de la pesadilla que les esperaba. Poco sabía que sería el único superviviente del grupo, testigo de los horrores infligidos por unos asaltantes despiadados.
¿A qué atribuye su salvación?
Durante cinco años, Yair repartió pan a los supermercados con diligencia. Cada mañana, llevaba pan fresco a las tiendas y se llevaba el pan sobrante del día anterior, asegurándose de que no se desperdiciara ninguna hogaza. Entregaba el pan viejo a un hombre justo llamado Yeshayahu, que lo donaba a personas necesitadas.
Dos semanas antes del trágico suceso, Yeshayahu llamó a Yair para contarle un sueño que había tenido la noche anterior. Imaginó que Yair era perseguido por hombres con rifles, pero que al final salía ileso en mérito a las obras de caridad de Yair, en particular sus aportaciones de pan a quienes lo necesitaban. Dos semanas después, los acontecimientos del sueño se desarrollaron en la realidad.
En la porción de la Torá de Kedoshim, leemos sobre los mandamientos de dejar comida en los campos para los pobres.
Este versículo describe cómo un agricultor de la tierra de Israel debe dejar un rincón de su campo sin cosechar y no debe recoger los tallos de grano que caigan durante la siega. Del mismo modo, no deben recogerse las gavillas de grano olvidadas ni las pequeñas uvas que quedan en la vid (Levítico 19:10). En su lugar, todo esto se deja para los pobres, asegurando que los menos afortunados tengan acceso a los alimentos. Estos mandamientos subrayan la importancia de la compasión y la generosidad en la tradición bíblica, haciendo hincapié en el deber de cuidar de los menos afortunados.
En el judaísmo, el principio de dar a los necesitados se denomina tzedaká, traducido generalmente como caridad. Dar caridad es tan importante que, según los sabios, protege a la persona del mal destino, genera bendiciones y acelera la redención final.
Un aspecto peculiar de esta ley es que incluso los individuos que dependen de la caridad de otros siguen estando obligados a dar. Esta intrigante faceta de las leyes de la caridad subraya la profundidad de este mandamiento, que va más allá de la mera ayuda a quienes no pueden valerse por sí mismos. Los actos de bondad enriquecen nuestro carácter, fomentando en nosotros la sensibilidad, la empatía y la humildad. Todos estamos obligados a dar, incluso los que también recibimos, ya que el impacto de dar es inconmensurable y su mérito se extiende mucho más allá del ámbito material.
Cuidar de los menos afortunados no es sólo una obligación religiosa, sino también un profundo imperativo moral, que tiene especial resonancia en la tierra de Israel. Sin embargo, la historia de Yair nos recuerda que los actos de bondad, por pequeños que sean, pueden tener un efecto dominó, que afecta profundamente tanto a quien los da como a quien los recibe.
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