La porción de la Torá de Eikev (Deuteronomio 7:12-11:25) se abre con una frase significativa e inusual:
La frase hebrea«et ha’brit ve’et ha’chessed» suele traducirse simplemente como «el pacto», como aquí, pero esta traducción pasa por alto un aspecto crucial del hebreo original. Las palabras« brit » y «jessed» conllevan significados distintos, como se muestra en la siguiente traducción del versículo: «Si prestas atención a estas leyes y tienes cuidado de cumplirlas, entonces el Señor, tu Dios, mantendrá el brit y el jessed contigo, como juró a tus antepasados.»
Para comprender la profundidad de esta frase, debemos desentrañar qué significan realmente brit y jessed. Brit se refiere a un pacto, un acuerdo mutuo o contrato entre dos partes. En un brit, cada parte está obligada a cumplir su parte del trato, y si una de las partes incumple sus obligaciones, el acuerdo puede considerarse nulo. Un brit es intrínsecamente condicional: su continuación depende del cumplimiento de los términos por ambas partes.
Jesed, en cambio, se traduce por bondad o amabilidad. A diferencia del brit, el jessed no tiene que ver con la obligación mutua. Representa un acto de generosidad o compasión extendido sin ninguna expectativa de reciprocidad. El jessed es incondicional y se da incluso cuando el receptor no lo merece. Como escribió Maimónides en la Guía de los Perplejos, el jessed se manifiesta de dos maneras: en primer lugar, mostrando bondad a aquellos a quienes no debemos nada y, en segundo lugar, mostrando bondad a quienes la merecen, pero en una medida mayor que la debida. En ambos casos, el jésed representa un acto de gracia gratuito.
Entonces, ¿cuál es el mensaje más profundo que se esconde tras esta inusual frase,«et ha’brit ve’et ha’jessed«? ¿Por qué eligió Moisés incluir ambos términos al referirse a la alianza que Dios hizo con los hijos de Israel?
El rabino Sacks señala que esta frase aparece también en otros momentos significativos de la historia judía. Se encuentra en la oración del rey Salomón en la consagración del Templo de Jerusalén:
y de nuevo cuando el pueblo judío renovó su pacto con Dios en tiempos de Esdras y Nehemías, tras el exilio babilónico:
En estos momentos cruciales -cuando Moisés renovó la alianza con los israelitas a orillas del Jordán, cuando Salomón dedicó el Templo y cuando el pueblo en tiempos de Esdras y Nehemías volvió a dedicarse a Dios- los líderes hicieron hincapié tanto en el brit como en el jessed. Este doble énfasis sugiere que ambos elementos son esenciales para comprender la relación entre Dios y el pueblo judío.
Un pacto, por su propia naturaleza, es recíproco. Implica compromisos por ambas partes, en el entendimiento de que cada parte cumplirá sus obligaciones. Esto crea una relación «si-entonces»: si una parte mantiene el acuerdo, la otra hará lo mismo. Sin embargo, como señala el rabino Sacks, todo pacto es intrínsecamente vulnerable porque depende del cumplimiento mutuo de las obligaciones. Si el pacto entre Dios e Israel se basara únicamente en el brit, sería condicional y, por tanto, frágil. Estaría sujeto al fracaso si alguna de las partes no cumpliera su parte del acuerdo.
Aquí es donde el jessed resulta esencial. La inclusión del jessed junto al brit en el pacto indica que el compromiso de Dios con Israel no es condicional como lo son los acuerdos humanos. Aunque el pueblo de Israel no cumpla su parte del pacto, el compromiso de Dios perdura gracias a Su jessed. El jessed representa el amor incondicional que Dios siente por Su pueblo, muy parecido al amor que un padre siente por un hijo: se lo merezca o no, el amor permanece firme. Este elemento de jessed garantiza que la alianza nunca se romperá, aunque el pueblo flaquee.
Esta idea quedó poderosamente demostrada cuando el pueblo judío regresó a la tierra de Israel tras 2.000 años de exilio. A pesar de los siglos de separación, sufrimiento y lejanía de su patria, la alianza entre Dios e Israel permaneció intacta. El regreso del pueblo judío a Israel no es sólo un acontecimiento histórico, sino un testimonio vivo del poder duradero del jesed de Dios. Demuestra que, a pesar de los fracasos humanos y del aparente colapso de la alianza, el compromiso de Dios, impulsado por el jesed, nunca vaciló. La supervivencia y el retorno del pueblo judío a su tierra ancestral es un profundo recordatorio de que el amor y el compromiso de Dios trascienden el tiempo y las circunstancias.
Del mismo modo que Dios nos hace jesed , estamos llamados a hacer jesed por los demás. No se trata sólo de una obligación religiosa, sino de un imperativo moral que define cómo debemos interactuar con el mundo que nos rodea. Hacer jessed significa ir más allá de lo que se espera, mostrando bondad y compasión incluso cuando no es necesario. Se trata de reconocer la humanidad de los demás y responder con generosidad, no por lo que podamos recibir a cambio, sino porque es lo correcto. En un mundo a menudo impulsado por las transacciones y las relaciones condicionales, el ajedrez nos recuerda la importancia de la bondad incondicional y el profundo impacto que puede tener en nuestras comunidades y en nuestro mundo.
Al encarnar tanto el brit como el jessed en nuestras vidas, reflejamos la naturaleza de nuestra relación con Dios. Cumplimos los compromisos que hemos contraído -ya sea con Dios, con los demás o con nosotros mismos-, al tiempo que abrazamos la gracia y la bondad que van más allá de la obligación. Este equilibrio nos permite construir comunidades más fuertes y compasivas, arraigadas en la comprensión de que, aunque los acuerdos son importantes, es el jessed, la bondad que va más allá, lo que realmente nos sostiene.
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