Tras 491 días cautivo de los terroristas de Hamás en Gaza, Eli Sharabi, rehén recién liberado, se presentó ante las Naciones Unidas. Su cuerpo estaba delgado, pero su voz era firme. Más tarde, ante la tumba del difunto Rebe Lubavitcher, este israelí laico reveló su secreto de supervivencia: recitar el Shemá Israel todas las mañanas, cantar el Eishet Jayil todos los viernes por la noche y hacer Kiddush (la bendición sobre el vino) con agua en lugar de vino. Estas antiguas prácticas judías le sostuvieron a él y a sus compañeros de cautiverio a través de una oscuridad inimaginable. Cuando el rabino Mendy Kotlarsky le preguntó qué mensaje tenía para el pueblo judío, Eli -que perdió a su esposa Lianne y a sus dos hijas a manos de los asesinos de Hamás- declaró sin dudarlo «Con el poder de la fe es posible conquistarlo todo. El poder de la fe. Y la unidad, nuestra unidad, es lo más importante».
¿Qué poder secreto encerraban estas antiguas palabras que sostuvieron a Eli cuando todo lo demás le fue arrebatado?
La canción Eishet Chayil («Mujer de valor») que mencionó Elí procede del Libro de los Proverbios, capítulos 31:10-31. Este poema, que tradicionalmente cantaban los maridos judíos a sus mujeres antes de la comida del Sabbat, describe a la mujer ideal que administra su hogar con sabiduría, fuerza y dignidad. Sin embargo, el texto va mucho más allá de la simple gestión del hogar.
Una línea en particular merece nuestra atención: – «Ella vigila los caminos de su casa» (Proverbios 31:27).
La raíz hebrea de tsofiyah (צופיה) es tsafah (צפה), que significa vigilar, estar atento o anticiparse. No se trata simplemente de supervisar; se trata de una expectativa vigilante y esperanzada.
La misma raíz aparece en la frase«Ayin l’Tzion tsofiyah» – «Un ojo mira hacia Sión», que se inmortalizó en el himno nacional de Israel, Hatikvah («La Esperanza»). Esta expresión de anhelo por Sión capta una fe de dos mil años que nunca vaciló a pesar del exilio y la persecución. En el pensamiento judío, esta observación no es pasiva, sino activa, llena de esperanza y certeza de que lo que se espera se hará realidad.
Esta raíz צפה (tzafah) aparece en toda la Biblia hebrea en momentos de vigilancia y expectación. En el Salmo 5:4, leemos:
Aquí, el salmista no se limita a rezar y olvidar, sino que observa con expectación la respuesta de Dios. La propia vigilancia forma parte de la oración.
En los momentos más oscuros, cuando todo parece indicar que nuestra situación es desesperada, esta tzafah -esta espera vigilante- se vuelve crucial. Lo vemos en las palabras de Habacuc, que permanece en su puesto de vigilancia:
Esta postura de vigilancia no es una observación casual, sino un posicionamiento deliberado. El vigilante sube al punto más alto, estira los ojos hacia el horizonte y mantiene su puesto a pesar de la fatiga o el desánimo. Su propia postura es de fe.
Para Eli Sharabi, en el infierno subterráneo donde sobrevivió durante casi 500 días, recitar palabras antiguas le conectaba con esta tradición de fe vigilante. Cuando todas las circunstancias externas hablaban de abandono, estas palabras le recordaban que debía esperar el rescate, el amanecer, la intervención de Dios.
La mujer valiente de los Proverbios no sólo administra su casa, sino que vela por ella con esa misma expectativa fiel. Se anticipa a las necesidades antes de que surjan. Mira más allá de las circunstancias presentes, hacia las posibilidades futuras. Se alza sobre las murallas de la vida cotidiana y otea el horizonte con ojos de fe.
Cuando adoptamos esta postura de tzofiyah en nuestras propias vidas, nos negamos a que nos definan las circunstancias actuales. Como el ojo que mira hacia Sión en Hatikvah, mantenemos nuestra expectativa vigilante incluso a través de siglos de espera. Esto no es negación ni escapismo: es la postura más realista posible, porque se alinea con la realidad más profunda que trasciende nuestra situación temporal.
Quizá la expresión más bella de esta fe vigilante proceda del profeta Miqueas, cuyas palabras se han musicado con una melodía inquietante que se canta en sinagogas y hogares:
Todos deberíamos esforzarnos por encarnar el poder de la fe que sostuvo a Eli Sharabi. Nuestros ojos deben estar siempre fijos en el futuro, seguros de que lo prometido llegará. En nuestros momentos más difíciles, cuando la oscuridad parece impenetrable, nosotros también podemos convertirnos en vigilantes, oteando el horizonte con esperanza desafiante, sabiendo que la luz se abrirá paso con seguridad.
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