Todos tenemos un «espacio seguro», ya sea un rincón acogedor de nuestra casa, el abrazo de un ser querido o un santuario mental al que nos retiramos cuando la vida se vuelve abrumadora. Los espacios seguros ofrecen un respiro de las tormentas de la vida. Sin embargo, el Salmo 91 nos presenta una forma de seguridad y protección que supera cualquier retiro físico o emocional: el refugio inmutable que ofrece Dios.
Según la tradición judía, el Salmo 91 fue escrito por Moisés. Describe vívidamente la promesa de protección divina para quienes buscan refugio en Dios. El salmista pinta un cuadro convincente, comparando a Dios con una fortaleza que nos protege de las traiciones y trampas tendidas por las fuerzas malignas (versículos 1-3). Pero Dios no es un refugio cualquiera; se le describe como una figura nutricia cuyas «alas» ofrecen consuelo, igual que las alas de un ave madre protegen a sus crías (Rashi), y cuya «verdad», encarnada en la Torá, sirve de armadura inquebrantable a quienes la estudian (Midrash Shocher Tov).
«No debes temer al terror de noche, ni a la flecha que vuela de día»(Salmos 91:5). Aquí, Moisés nos asegura que la fe en Dios elimina el miedo a lo desconocido, a las amenazas visibles e invisibles que acechan nuestras vidas. Normalmente, alguien que camina solo por la noche puede sentir miedo, imaginando amenazas desconocidas que acechan a la vuelta de cada esquina. Sin embargo, cuando caminas con Dios, nunca estás verdaderamente solo.
Los últimos versículos del Salmo 91 son especialmente impactantes: «Cuando me invoque, yo le responderé»(versículo 15). Para aquellos que invocan a Dios, que le reconocen, las recompensas son sustanciales: honor, una vida plena y el don insondable de ver la salvación de Dios(versículo 16).
Tradicionalmente, el Salmo 91 se conoce como el «Cantar de las Plagas». Se recita con devoción para buscar protección contra las calamidades. Sus versos suelen pronunciarse antes de dormir para protegerse de los peligros nocturnos y pronunciarse después del Sabbat para protegerse de las incógnitas de la semana venidera.
Aunque el Salmo 91 habla enfáticamente de la protección inquebrantable de Dios, es esencial reconocer que aún debemos tomar precauciones razonables para mantenernos a salvo. La diferencia radica en la libertad mental y emocional que se obtiene cuando sentimos de verdad que, después de todo lo dicho y hecho, es la protección de Dios la que nos envuelve en última instancia.
Entre las líneas más tranquilizadoras de este Salmo está el versículo 15, que afirma: «Yo estaré con él en la angustia». Este sentimiento subraya que nunca estamos aislados en tiempos de lucha, ya sea física, social, familiar o espiritual; la presencia omnímoda de Dios actúa como un escudo de protección. Sin embargo, el consuelo que se deriva de este versículo va más allá de la mera noción de protección divina; reside en la seguridad de que Dios está con nosotros en cada desafío y dificultad que afrontamos.
El Salmo 91 ofrece una afirmación rotunda para todos los que se sienten vulnerables o expuestos a las vicisitudes de la vida. Nos asegura que nuestro espacio seguro definitivo no está hecho de ladrillos ni custodiado por seres mortales; está a la «sombra» de Dios, la fortaleza que ninguna fuerza terrenal puede penetrar. Cuando haces de Dios tu refugio, no sólo te proteges del daño, sino que también adquieres una sensación duradera de paz, al saber que, pase lo que pase, nunca estás realmente solo.